Foto: Cuarto Oscuro
Por: Dra. Laura Angélica Bárcenas Pozos
Conexión. ¿Presión, miedo, soledad, depresión, angustia o todo eso junto es lo que sintió José Ángel antes de disparar en su escuela en Torreón? Padres, profesores, compañeros y sociedad influyeron.
En días pasados fuimos testigos, a través de la prensa y de las redes sociales, de una terrible situación, cuando supimos que un niño de once años de Torreón, Coahuila, llegó a su escuela con dos armas y las detonó, hiriendo a un profesor y a algunos de sus compañeros, así como matando a su profesora de inglés y a él mismo.
Y uno que lleva años trabajando en el mundo de la educación se pregunta ¿qué había en la cabeza de José Ángel, para llevar a cabo talacción? ¿Presión, miedo, depresión, soledad, angustia, o todo eso junto?
También me llamó la atención que enseguida, varios de mis conocidos profesores, que atienden a niños y a adolescentes, empezaron a compartir una publicación que decía: “Como docente estoy de luto. Un docente no debería perder así la vida. Como docente hoy te exijo a ti, padre de familia, tu responsabilidad en la crianza, disciplina y atención a tu hijo”.
Y no pude darle a ninguno “me gusta”, ni nada, porque en este hecho y en todos los que competen a los niños, todos los adultos somos responsables de las acciones que los pequeños llevan a cabo.
No podemos, de ninguna manera, deslindarnos de la responsabilidad y entregársela a una sola de las partes.
Tal vez los padres son los más responsables de hechos como éste, pero no son los únicos responsables. Todos los adultos somos ejemplo para los niños y jóvenes que estamos educando o mal educando, somos responsables de las decisiones que toman estos niños y jóvenes, así como de las acciones que llevan a cabo.
En esta situación en particular, todo apunta a que la familia es la más responsable, pues José Ángel tomó las armas de la casa de sus Abuelos paternos con los que vivía, y ahora sabemos que el Abuelo y el Padre de José Ángel tenían relación con el crimen organizado y de alguna manera traficaban con droga, al menos eso decía un texto que leí de Proceso en donde se asegura que el Padre está detenido en Estados Unidos por tráfico de drogas y el Abuelo había mantenido relación con un narcotraficante argentino.
Por eso tenía armas en su casa.
Armas que, por cierto, no estaban bajo llave y estuvieron al alcance de José Ángel.
Por otro lado, la Madre de José Ángel había fallecido un par de años antes y él quedó al cuidado de sus Abuelos paternos. Por supuesto, los medios casi no hablaron de la Madre porque ella ya no estaba en su vida.
Pero, ¿qué dejó en José Ángel la partida prematura de su madre? Los psicólogos expertos en duelo aseguran que la pérdida de uno de los padres a edad temprana es uno de los tres dolores emocionales más duros por los que puede atravesar un ser humano.
Y encima, un niño no tiene las herramientas emocionales para manejar tal dolor.
Me pregunto si José Ángel tuvo acompañamiento para manejar este dolor.
Tampoco se ha dicho mucho de cómo era su relación con sus compañeros de escuela, con sus profesores, con sus directivos.
Eso está oculto, tal vez porque la escuela no quiere poner a la luz lo que pasa al interior de sus paredes, pero todos sabemos que la violencia que hay en la sociedad se reproduce al interior de las escuelas en donde niños más fuertes y más seguros bullean, ofenden, agreden o molestan a sus compañeros menos agresivos, o bien, chicos inseguros son los que toman la bandera de la violencia para defenderse; ante la mirada de las autoridades escolares que no hacen muchos, porque no saben cómo intervenir o porque no quieren que su institución esté en medio del escándalo.
Así que, en este caso, estoy segura que José Ángel se vio envuelto en la violencia de tres mundos, la que hay en el interior de su casa, la que hay en el interior de su escuela y la que hay en las calles por las que transitaba todos los días, y su tristeza, soledad y depresión, fueron el perfecto caldo de cultivo para terminar con su vida y la de su maestra de inglés, así como la agresión a un profesor de educación física y algunos de sus compañeros.
Nadie lo vio venir, ni sus abuelos, ni sus profesores, ni sus compañeros.
Por eso todos somos responsables, porque nadie vio que José Ángel, estaba triste, deprimido, solo, angustiado a tal grado que nadie percibió, lo que estaba pensando y pensó que la violencia era la única salida para sanar de todo eso que lo atormentaba.
Por eso es que padres, profesores, familiares, vecinos, y todos los adultos que convivimos con los niños y adolescentes cercanos tenemos que hablar con ellos, asegurarnos que están sanos emocionalmente y resguardar armas o herramientas con las que puedan hacerse daño y dañar a otros.
Necesitamos hacer un alto y detenernos a escuchar a los niños y adolescentes, también a los jóvenes, hablar con ellos de sus preocupaciones y de sus temores, ayudarlos a sanar esas heridas que les preocupan, para que nunca volvamos a presenciar otra escena similar a esta, hasta el grado que nos acostumbremos a ellas.