Hasta la ejecución la semana pasada del líder huachicolero conocido como El Rey de las Gasolinas, la ciudad de Puebla parecía ser considerada un campo neutral para este tipo de asesinatos, por presuntas revanchas o ajuste de cuentas, del crimen organizado. Incluso se consideró así para las operaciones de lavado de dinero. Las acciones de inteligencia de los cuerpos estatal y federal de seguridad han detectado que los propios delincuentes se recomendaban entre sí vivir aquí. Se suponía que en la Angelópolis no serían tocados. Había una especie de pacto para no agredirse aquí. Se trata de “un mundo que en Puebla existe y que tenemos que desmantelar”, dijo este lunes el gobernador Miguel Barbosa. En medio del clima de inseguridad por la delincuencia común, las ejecuciones se han multiplicado. Hay riesgos, pero las autoridades deben ir por ellos. Con cautela, pero también con mucha energía.
Peligrosamente, la vida cotidiana de Puebla comienza a perder el blindaje respecto de las operaciones y acciones de la delincuencia organizada.
Líderes de cárteles han sido apresados aquí.
La voz popular sabía y sabe de su presencia.
Pero en las calles no desbordaban su violencia.
Eso parecía estar reservado a ciudades como Reynosa, Tamaulipas, otras del estado de Michoacán, o alguna más del norte del país.
Ahí era cotidiano saber y ver los enfrentamientos y ejecuciones.
Los Avtomat Kalashnikova modelo 1947 (AK-47 o cuerno de chivo) y ArmaLite AR-15 eran muy lamentablemente siempre referencias en las notas de los asesinatos en esos lugares.
No ocurría en Puebla.
El pasado viernes 21 de febrero, la pesadilla llegó en realidad.
Francisco N, conocido como Pancho G o El Rey de las Gasolinas fue asesinado de decenas de balazos de alto calibre en el fraccionamiento Lomas de Angelópolis.
Su carrera delictiva en torno al robo de combustible fue larga, desde que comenzó como un corrupto empleado de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Amasó un enorme capital.
Y una larga lista de enemigos.
Recién el pasado 9 de noviembre de 2019, su yerno y entonces diputado local de Veracruz, Juan Carlos Molina Palacios, fue asesinado de dos disparos en la cabeza.
El Rey de las Gasolinas operaba en al menos 12 entidades.
Sus ramificaciones se extendían a Jalisco, Oaxaca, Tabasco, Estado de México, Puebla, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Tamaulipas, Coahuila, Durango y Sinaloa.
Residía entre Veracruz y Nuevo León.
Últimamente en Puebla, en donde fue literalmente cazado.
De acuerdo con la información con que cuenta el gobierno del estado, desde hace un mes se detectó a Francisco N. viviendo en Puebla.
Se realizaban las investigaciones para llegar a su captura.
Aunque el tema, por sus operaciones y el delito, es más bien del ámbito federal.
Los casos de ejecuciones se han repetido.
Apenas este fin de semana.
Sin pretender conclusiones prematuras, no hay que perder de vista que hay huellas de ejecución en el caso de los cuatro cuerpos encontrados este mismo lunes sin vida en terrenos de cultivo de la comunidad de Santa Ana Xalmimilulco, del municipio de Huejotzingo.
Uno de los asesinados era estudiante de la BUAP y dos de la UPAEP, una mujer y un hombre, de nacionalidad colombiana.
El cuarto cuerpo era de un conductor de la aplicación Uber.
Jimena N. de 25 años, José Antonio N, de 22 (colombianos), Francisco Javier N de 22 (de Veracruz).
También José Manuel N de 28 (de Puebla, conductor de Uber), se encontraban en el Carnaval de Huejotzingo, confirmó el encargado de la Fiscalía General del Estado (FGE), Gilberto Higuera Bernal.
Hay tres detenidos relacionados con la ejecución.
Las pesquisas siguen con cateos.
Hace un año, precisamente, en Garganta Profunda alertamos del principio del final de Puebla como “ciudad santuario” de criminales.
Particularmente en torno al caso de El Chapo Guzmán:
“El estado y especialmente la capital de Puebla fueron por más de década y media santuario y centro de operaciones de lavado de dinero de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, El Chapo, quien fue condenado a cadena perpetua en Estados Unidos por 10 de cargos de tráfico de estupefacientes, blanqueo y posesión de armas.
“Tanto él como su organización, el Cártel de Sinaloa, así como otras seis agrupaciones criminales más hallaron en los fraccionamientos de lujo el perfecto sitio para vivir, a la par de un casi súbito crecimiento de inversiones y flujos económicos en el municipio.
“La Puebla de los primeros 16 años del nuevo siglo, a partir de 2000, tuvo también una relativa y extraña calma. En medio de los días sangrientos de la guerra contra el narcotráfico, Puebla no fue plaza en disputa. Eso explica la hipótesis popular: ‘aquí hay dinero del narco’”, se lee en la entrega del 13 de febrero de 2019.
Y lo fue.
Los datos duros lo corroboran.
“Las detenciones de casi 20 cabecillas del narco en Puebla, desde Benjamín Arellano Félix en 2002, pasando por Arturo Beltrán Leyva en 2009, Sergio Barragán Villarreal, El Grande, en 2010, hasta Ricardo Arturo Pacheco Tello y Juan Terán Regalado, en 2017, dan testimonio del santuario”.
Los datos que dio a conocer el gobernador sobre la información de inteligencia muestran que hay una alerta.
También acciones.
No descarta que haya más capos de este calibre.
“Cuando llega gente así a vivir a Puebla es porque hay otros de ese mismo nivel que les dan seguridad de que aquí pueden estar bien.
“Luego entre ellos se traicionan, pero si es algo que estamos en proceso de investigación”, adelantó.
Hay riesgos.
Pero ser un “santuario” de esta deleznable naturaleza no puede permitirse.
El camino de la recuperación de la seguridad de los poblanos pasa también por ahí.
Inevitablemente por ahí.