Días atrás mencioné en esta columna que ante la llegada del coronavirus, hoy convertido en pandemia, el Estado Mexicano se pondría a prueba.
Hoy me tengo que retractar.
La situación que estamos viviendo me hace repensar y concluir que el Covid-19 nos pone a prueba a nosotros como sociedad.
Queda claro que la autoridad, en prácticamente todos los órdenes de gobierno, ha resultado rebasada e insultantemente ineficaz.
Y como su soberbia ha resultado gigante y su capacidad de afrontar la contingencia con seriedad muy enana, no nos queda más que asumir un compromiso real.
Queda claro que el presidente López Obrador ha encontrado en la contingencia epidemiológica una forma de retar al propio sistema internacional, que ha impulsado medidas para proteger a la población, antes que el protagonismo de los mandatarios en el mundo.
Dicen que una mentira repetida muchas veces puede convertirse en el inconsciente en verdad y al mandatario de la nación le han repetido una y otra vez que es el Mesías que México estaba esperando y, ahora, quiere actuar como tal.
Nuestro país es de los pocos en el mundo que no ha tomado con seriedad la propagación del coronavirus.
Mientras otras naciones como Rusia, Estados Unidos, Alemania, Italia, Gran Bretaña, España, Canadá, Francia y un largo etcétera han adoptado medidas serias para evitar que el virus se propague, cerrando las fronteras, creando infraestructura hospitalaria, ordenando –no recomendando– aislamiento de los ciudadanos y estableciendo verdaderas medias de protección, México le ha jugado al valiente y ha sólo dado paliativos.
Permite eventos masivos para no crear paranoia social; no cierra las fronteras porque México debe ser siempre, en todo momento y bajo cualquier circunstancia, una nación de puertas abiertas que recibe a cualquier ciudadano del mundo; no aísla a la gente en sus hogares porque se detiene la economía.
Deja al descubierto que los adultos mayores son lo que menos le importan, sobre todo cuando no hay periodo electoral.
Porque el coronavirus puede ser letal precisamente para la población adulta.
El grave problema es que las decisiones que él toma son replicadas por todos aquellos gobiernos estatales y municipales que comparten su misma filiación política.
El número de casos que hay en México es imposible de saber, pero se calcula que son muchísimos más de los que imaginamos.
Por lo anterior, el reto que enfrenta México es tomar decisiones por encima de la ignorancia y la soberbia de quienes hoy gobiernan nuestra nación.
¡Fuerza México!