En política no hay casualidades.
Ni coincidencias.
Y sí “cortinas de humo”.
O sueltan y deslizan el tema en medio de un escándalo nacional o un asunto extraordinario de carácter mundial para que pierda efecto y se diluya.
Porque resulta −¿casualmente?− que en plena crisis de la pandemia del coronavirus, el viernes el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, en la “conferencia mañanera” del presidente López Obrador, 15 meses después del accidente aéreo, dio a conocer:
“… La falta de mantenimiento y supervisión del helicóptero Agusta A109S fue la causa del accidente”.
Y para que no quedara duda alguna de su afirmación, soltó:
“… Así como una inadecuada reacción del piloto”.
Son algunas de las causas múltiples que provocaron el desplome del helicóptero donde viajaban y perdieron la vida los ex gobernadores de Puebla, Martha Erika Alonso Hidalgo y Rafael Moreno Valle, con tres de sus acompañantes, refiere el informe final de la SCT que presentó Jiménez Espriú.
Con la suma:
“… El helicóptero debió haber estado en tierra, pero lo hicieron volar 31 ocasiones pese a sus fallas presentadas y reportadas a las compañías a cargo: Servicios Aéreos del Altiplano –empresa gerente del taxi aéreo– y Rotor Flight Services –operadora del taller mecánico–.
Y el remate:
“… La principal causa del desplome del helicóptero fue la pérdida de control de la aeronave por una falla mecánica, debido a un alabeo repentino hacia la izquierda que no fue recuperado por el piloto al mando, tiene una fracción de tiempo –¡tres segundos!, nada más–, provocando que se invirtiera en vuelo e impactar con esa configuración contra el terreno”.
¿MAGNICIDIO O ACCIDENTE?
Lo expuesto por Jiménez Espriu, y como representante del gobierno de México, vuelve a dejar un mar de dudas, interrogantes y preguntas.
Mismas que llevan a retrotraerse al 24 de diciembre de 2018, cuando sobre las 15:30 horas el presidente López Obrador sube a redes en su cuenta el desplome del helicóptero y que al parecer viajaban la gobernadora Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle.
Una vez que se confirma la terrible noticia, la confusión se expande cuando se afirma que la aeronave había despegado de Plaza Las Ánimas.
Apunte que al correr de las horas se vino a tierra.
Porque la salida del Agusta había sido de la casa de la familia Chedraui, en bulevar Hermanos Serdán.
Ése fue el punto de quiebre.
Más aún, cuando la propia Secretaría de Comunicaciones y Transportes federal al tomar control del caso señaló que el desplome del helicóptero –24 de diciembre de 2018– “no había sido por causa de los pilotos”.
“Tampoco por mal tiempo”.
Al contrario, se asentó “experiencia, horas de vuelo, cursos de capacitación y expediente de Roberto Javier Coppe Obregón”.
Después se dijo que probablemente había sido por falta de mantenimiento. Que dos tornillos habían sido reemplazadas por unos de “uso o hechizos”.
Y pidió la intervención de especialistas de Estados Unidos, Canadá e Italia.
De ahí el cuestionamiento:
… ¿Magnicidio o accidente?
Porque, en medio de la vorágine del Covid-19 y cuando México entero se encuentra al borde de la parálisis económica, social, turística y de servicios, el gobierno de la República prácticamente “sepulta el caso Martha Erika Alonso-Moreno Valle”.
Y lo que ayer tenía atisbos de un sabotaje.
O de un presunto magnicidio.
Resulta que no.
Nada de ello.
Dado que el viernes 27 de marzo de 2020 se plasmó la “Verdad Histórica”… “un helicóptero en mal estado mató a Martha Erika Alonso Hidalgo y Rafael Moreno Valle”.
Punto.
No hay más.
Así quedará para la historia, la leyenda, la novela y el susurro, y sin esclarecerse nunca la trágica muerte de quien había gobernado Puebla (2011-2017) y quien llevaba apenas 10 días de su sexenio (2018-2024).
Tal y como aconteció con el asesinato del candidato del PRI a la Presidencia de México, Luis Donaldo Colosio.
Y con Francisco Ruiz Massieu.
Y el cardenal Posadas Ocampo.
Y John F. Kennedy.
O quizás sí, algún día se conozca la verdad.
Al tiempo.