Atribuida a Esopo, una fábula cuenta cómo un escorpión pide ayuda a una rana para cruzar el río. Ésta duda en hacer el favor porque sospecha que el escorpión la picará. Para convencerla, el escorpión le dice que nunca haría eso porque entonces ambos morirían ahogados. Persuadida, la rana accede. Sube al escorpión en su espalda y se lanza al río. A la mitad del trayecto, siente el aguijonazo.
—¿Por qué hiciste eso? –reclama la rana. Ahora ambos moriremos.
—Lo siento –responde el escorpión. No pude evitarlo, es mi naturaleza.
Así como la acción del escorpión, muchas de las decisiones de este gobierno en materia económica parecen remar contra toda lógica.
Todo comenzó con la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Visto desde un punto de vista meramente electoral, quizá era natural que el candidato hubiese ido contra él, pues le permitía cristalizar su discurso anticorrupción. Muchos empresarios y especialistas supusieron que, una vez pasada la elección, el hoy Presidente metería reversa. Cuando convocó a la consulta, se sintieron reivindicados. “Claro, así legitima que no se cancele el proyecto”. Pero él fue a fondo, incluso forzando la organización de la consulta para asegurar que el resultado fuese de rechazo.
Todavía muchos siguieron en la incredulidad. Apostaron que la decisión sería revertida, de una manera o de otra. Una vez que vieron que se mantenía firme, dijeron que lo había hecho para dar un golpe de mano y establecer así las reglas de la nueva relación entre gobierno y empresarios. Ya después se relajará, pensaron. De nuevo, se equivocaron.
La cancelación del aeropuerto de Texcoco metió en serios aprietos económicos al gobierno. La incertidumbre que creó lo llevó a incumplir la promesa que hizo el candidato en campaña (21 de marzo de 2018) de que, bajo su mando, el país crecería a un ritmo promedio de 4% anual, el doble de lo que se había logrado en el “periodo neoliberal”. Pero el Presidente prefirió abjurar del PIB que dar su brazo a torcer.
Los recientes decretos que prácticamente sacan a los inversionistas privados del mercado eléctrico van en el mismo sentido. Son contraintuitivos, pues el país y el mundo están a las puertas de una recesión de carácter histórico y en los siguientes años muchos países estarán buscando la manera de atraer inversiones y competirán para lograrlo. Éstas significan fuentes de empleo y de eso estarán hambrientos casi todos los países.
Tirar por la borda la credibilidad ante los inversionistas y la certidumbre que requiere cualquier clima de negocios es como arrojar al mar el salvavidas antes de subirse a un barco con agujeros en el casco.
Un alto directivo de una empresa de energía con quien conversé esta semana me confesó: “Sabíamos del discurso nacionalista del gobierno, pero nunca imaginamos que fuera a llegar tan lejos. No nos afecta sólo a nosotros, sino a muchas otras empresas que ya habían hecho planes con base en la posibilidad de contar con energía barata”.
¿Por qué lo hace?, se preguntan algunos. ¿Por qué toma ese tipo de decisiones si claramente atentan contra la viabilidad de su propio proyecto, que no podrá sobrevivir, mediante la búsqueda de la autosuficiencia, en un mundo interconectado?
Igual que el escorpión le dijo a la rana, no puede evitarlo. Está obedeciendo a su naturaleza.
BUSCAPIÉS
*En unos cuantos días, la mayoría morenista en el Congreso de Veracruz aprobó sendas reformas a la Constitución local para beneficio del oficialismo. La primera, para impedir que el gobernador Cuitláhuac García pueda ser sometido a revocación de mandato, cosa que riñe con la Constitución federal. La segunda, para permitir que alguien nacido fuera de Veracruz pueda ser gobernador por el hecho de tener hijos nacidos en el estado. Esta última allana el camino para que la secretaria Rocío Nahle y el senador Ricardo Ahued puedan aspirar al cargo. La primera nació en Zacatecas y el segundo, en Hidalgo.