A un año de las elecciones intermedias, en las que habrán de renovarse los lugares en el Congreso local y las 217 presidencias municipales, el panorama político en Puebla no presenta los mejores términos ni para Morena ni para el gobernador Luis Miguel Barbosa.
El descenso del poblano en la simpatía popular, aunado al desencanto por la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador, según las tres últimas encuestas de Mitofsky, México Evalúa y EPLOC, pone en riesgo la continuidad de la Cuarta Transformación en la entidad.
La empresa demoscópica de Roy Campos documentó que en 29 entidades federativas, excepto en Aguascalientes, Puebla y Veracruz, los gobernadores aumentaron su aprobación ciudadana entre abril y mayo pasado, en medio de la pandemia del coronavirus.
En tanto, México Evalúa posicionó al gobierno de Puebla, junto al de Morelos –donde gestiona el futbolista Cuauhtémoc Blanco Bravo– como las dos peores entidades en aplicar medidas de prevención durante la contingencia por Covid-19, a través de un sondeo de opinión a través de las benditas redes sociales.
Mientras que la consultoría Estrategias Públicas Locales (EPLOC) relató que la aprobación del gobernador nacido en Zinacatepec, emanado de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), es de 32%. Es decir, siete de cada 10 personas desaprueban su forma de gobernar.
Los números no son fríos; son helados. Estos resultados obligan a los estrategas políticos en el gobierno de Puebla a trazar nuevas rutas para acelerar el estancamiento de la vida política.
De ahí que, desde que inició la contingencia sanitaria por coronavirus, en lugar de “guardar cuarentena” y atender en su máxima capacidad a los pacientes infectados por el virus, el gobierno de Puebla se ha movido por terrenos de enfrentamientos políticos, legales y hasta ideológicos con quienes considera sus adversarios.
La máxima es mantenerse en movimiento y no estancarse, esperando que los contagiados lleguen hasta el cuello y minen por completo la intención de mantener la mayoría en el Congreso local y retener, a favor de Morena, las presidencias municipales más importantes de la entidad, incluida la de Puebla, Tehuacán, Izúcar de Matamoros, San Martín Texmelucan, San Pedro y San Andrés Cholula, Huauchinango y Teziutlán, entre otras.
No obstante, hasta el momento la administración estatal no ha mostrado una forma diferente de hacer política. Las prácticas, heredadas por tradición de la clase más vieja en el poder, confirman que, hasta el momento, el único partido capaz de transformarse ha sido el PRI.
Ahí están las críticas y menosprecios a la oposición, la utilización de la ASE como garrote político, la sana distancia con la CDH, las agresiones a la prensa y la persecución política a sus adversarios.
Lejos quedó esa promesa de campaña para mantener en Puebla un clima de reconciliación y paz social. Al parecer, eso no sucederá sino hasta la segunda mitad del corto sexenio.
BOCANADA
En una charla con el periodista y psicoanalista Isaac Mendoza salió a flote cómo en 1997, cuando gobernaba en Puebla Manuel Bartlett Díaz, se exhibió con fuerza en la opinión pública un documento denominado la “Ola Azul”, adjudicado más tarde al Partido Acción Nacional.
Cualquier parecido con el BOA de Andrés López Obrador es mera coincidencia, aunque en política lo que parece es.