Nicolás Maduro se aferra a la silla del poder y no piensa moverse un ápice. Ya no sólo por los privilegios que le otorga estar sentado en el Palacio de Miraflores, sino también porque sabe que el poder le respalda y le inmuniza. Claro, de momento, nada es para siempre. La clave radica en los militares, concretamente en su cúpula. Muchos de los generales han realizado sus negocios –algunos ilícitos– al amparo de Chávez, primero, y Maduro, después.
Piensan que el dinero y las prebendas son para siempre, como también que la justicia no les va a rozar y gozarán de una inmunidad vitalicia. Sobre muchas de sus conciencias recaen muertes, asesinatos, extorsiones; algunos delitos incluso de lesa humanidad. No creen pagar por ello, no se les ocurre pisar un juzgado.
A Nicolás Maduro le ocurre lo mismo. Piensa que esta delicada crisis que él mismo ha creado no le va a afectar. Pero él es el protagonista y al final le caerá todo el peso de la ley. De eso no tengo la menor duda.
Han probado todas las opciones, las vías diplomáticas y sociales se acaban sin ningún resultado. Las violentas se van imponiendo cada día más y todo esto en una maraña que no hay quien la desmadeje.
Juan Guaidó va de manifestación en manifestación y de soflama en soflama. Eso permea en un sector importante de la sociedad, pero no en la cúpula militar. En ese sector a Guaidó le ven cada vez con más resquemor. A él y por supuesto a Leopoldo López.
Leopoldo López continúa recluido en la casa del embajador español Jesús Silva y sabe que si sale de la delegación diplomática podrían detenerlo. Incluso podría ocurrirle algo peor.
Agotadas casi todas las opciones se mira al exterior, una nueva vía. Desde Washington se ve con preocupación la situación en Venezuela. Sobre la mesa está la nada remota posibilidad de una intervención. Cada vez que se quiere abrir una puerta, Maduro la cierra de un portazo.
Ya ocurrió hace muchos años en Panamá; han pasado más de 30. Pero la historia se repite, siempre se repite, por lo tanto no se puede descartar esa intervención.
China sólo quiere cobrar. Cuba es demasiado pragmática. El problema radicaría en Rusia. Habrá que ver cómo podría reaccionar ante una intervención de Estados Unidos. Sin embargo, no parecen probables muchas opciones más. Sólo el tiempo lo dirá.