Antes de abrir su taller mecánico en un barrio popular al norte de Quito, el ecuatoriano Darwin Heredia envía un mensaje a decenas de sus vecinos para averiguar si han presentado síntomas relacionados al COVID-19 en las últimas horas.

Si la respuesta a ese mensaje diario de WhatsApp es afirmativa, Heredia alerta al centro médico del sistema de salud pública que sospecha de un posible caso de contagio en su barrio para que hagan una intervención sanitaria.

El trabajo que hace Heredia de manera voluntaria forma parte de un proyecto del Ministerio de Salud que activó desde junio una red de vigilantes comunitarios del COVID-19 en Quito, en un esfuerzo por contener la pandemia que asoló la ciudad de Guayaquil en los primeros meses del brote en la región.

“Mi fortaleza en esta pandemia es contribuir en algo y evitar que haya fallecimientos de vecinos, ayudar a que todos estén bien”, dijo Heredia, un ingeniero mecánico de 45 años, vía telefónica a Reuters.

“Me llaman a pedir ayuda porque hay confianza, todo es confidencial”, agregó luego de monitorear a las 150 familias a su cargo en el barrio Colinas del Norte.

Los vigilantes comunitarios están presentes en unos doce distritos denominados críticos por el explosivo aumento de casos en Quito, que se ha convertido en el nuevo epicentro del coronavirus en Ecuador. La capital tiene más de 22 mil  casos de los 116 mil 360 registrados en el país andino.

Quito cuenta con unos 700 vigilantes comunitarios, entre profesionales, amas de casa y dueños de pequeños negocios, que son reconocidos como líderes por sus vecinos y han recibido una capacitación general sobre COVID-19, lo que ha permitido un diagnóstico temprano de la enfermedad y una contención del brote de manera focalizada.

Los vigilantes “son como nuestros megáfonos de información (…) nos van a dar la alerta”, dijo Kattia Alminatti, responsable de la Estrategia Vigilantes Comunitarios del Ministerio de Salud. “La idea es ser oportunos en la detección de casos que se inician como sospecha e incluso como rumores”.

Más de la mitad de los rumores notificados por los vigilantes comunitarios llegaron a ser identificados como pacientes sospechosos de coronavirus, informó Alminatti.

El proyecto ayuda a que las personas tengan más confianza para comunicar sobre los síntomas que en algunos casos han sido disfrazados por temor a la discriminación y en otros, buscan atención médica ya cuando su estado es crítico, llevando al tope a las unidades de cuidados intensivos de los hospitales.

Las autoridades locales han instalado desde julio carpas médicas en escuelas y centros culturales en Quito para aplicar un triaje y pruebas de COVID-19 a personas con síntomas.

Cuando se confirma un contagio en estos sitios móviles se activa un programa complementario al de los vigilantes comunitarios, que permite rastrear a los contactos del paciente para ampliar el cerco epidemiológico y dar un seguimiento.

“Mientras más se rastrea a los contactos de las personas infectadas más se va a poder controlar la pandemia”, dijo el director de Planeamiento de la Secretaría de Salud del Municipio de Quito, Francisco Pérez. “Esto permite ampliar el diagnóstico”, explicó.

El proyecto de rastreo y seguimiento de contactos, impulsado por el Municipio de Quito y tres universidades de la ciudad, involucra a unos 700 estudiantes de medicina que a diario, y vía telefónica, identifican a los contactos de un caso confirmado, elaboran una base de datos y luego realizan su seguimiento.

“Al principio había temor de hablar de que tenían este virus, pero ahora me llaman los pacientes y ellos mismo buscan ayuda”, dijo Jesús Endara, estudiante de medicina de la Universidad Central del Ecuador, una de las que participa del proyecto. “Las personas se sienten allegadas a nosotros y eso genera conciencia para sobrellevar la pandemia”, dijo.

Endara comenzó a rastrear los contactos de dos pacientes de coronavirus y ahora monitorea además a su círculo familiar y de amistades cercanas. Al momento nadie han presentado síntomas.

El objetivo de la Universidad Central es llegar a cubrir unos 50 barrios con el proyecto focalizado, que está dando resultados, y así evitar que el contagio supere el 30% de la población de Quito, de unos 2,8 millones de habitantes, dijo el docente y epidemiólogo, Alberto Narváez.

 

ica

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