Diplomacia, fortaleza y perfeccionismo caracterizan a la abanderada del tricolor que ha sorteado las zancadillas de sus colegas

 

Por Alejandra Gómez Macchia

 

Quienes la conocen de cerca la definen como una mujer ordenada y obsesiva a la que le gusta aprender cosas nuevas todo el tiempo.

Blanca Alcalá Ruiz tiene una mirada llena de curiosidad. Si se sorprende, arquea las cejas, pero no demasiado. Hacerlo sin control puede reflejar inseguridad o ignorancia frente al interlocutor.

Las facciones de su rostro son las únicas que la delatan; sus cejas no pueden ocultar su sorpresa. ARCHIVO AGENCIA ES IMAGEN
Las facciones de su rostro son las únicas que la delatan; sus cejas no pueden ocultar su sorpresa.
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En sus puestos legislativos siempre fue la rival más fuerte. La que mejor hablaba, la que preparaba su discurso y no se contentaba con las notas que le pasaban sus asesores. Y algo más: es de las pocas políticas mexicanas que saben leer. Que no tropieza en el pleno. Que se planta segura, se pone sus lentes y respira.

Blanca es una perfeccionista. Por eso ella, y no sus demás compañeras de partido, llegó a ser la primera presidenta municipal de Puebla.

Hoy quiere ser gobernadora.

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Si hay una palabra que encaje perfectamente en su perfil, esa es “diplomacia”.

Conoce el arte de comer sapos sin hacer gestos… algo bastante difícil de conseguir, sobre todo en una atmósfera fuerte.

No sólo deja a un lado el trago amargo de la crítica y no hace gestos; se da el lujo de sonreír, pero con prudencia, con distancia… pues la carcajada abierta (e innecesaria) es un lujo que sólo se pueden dar los niños (o los cínicos).

Y es que la candidata Alcalá tiene el tacto de las mujeres decimonónicas; esas que sabían que riñendo no se llega muy lejos.

La sobriedad en su ropa, su tono modulado de voz y los gestos la hacen una dama decimonónica. ARCHIVO CUARTOSCURO
La sobriedad en su ropa, su tono modulado de voz y los gestos la hacen una dama decimonónica.
ARCHIVO CUARTOSCURO

Al menos en sus apariciones públicas, con la prensa y en eventos clave, interpreta bien el papel de la “amiga” de sus enemigos.

Su rostro afable, y visiblemente rejuvenecido por la adrenalina que dota el poder, retrata bien en los espectaculares.

No es una mujer de escándalos personales. No es la política que se haga notar por el uso excesivo de escotes o por ir forrada de una colección variopinta de marcas. Ella dice ser amiga del verdugo que le puede cortar la cabeza. Lo asegura con un tono de voz convincente, casi familiar… La voz que se aprende a modular a partir de ciertas lecturas (literarias y de orden práctico).

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FOTO8En un medio donde la mujer es el lobo de la mujer, la exalcaldesa se ha enfrentado a las zancadillas de sus propias compañeras.

A veces los espacios que ocupan los funcionarios y los políticos no son tan lejanos a las dinámicas de un salón de belleza. Y si el ego del hombre tiene su lado más delgado en el tema del honor, para una mujer que persigue el poder no hay nada más peligroso y sensible que estar expuesta al juicio y a la ponzoña de las otras damas que persiguen sus mismos fines.

Así como cuando tuvo a su mando la comisión de Cultura del Senado, en donde se puso “al tiro” en temas tan elaborados como la vida y obra de Octavio Paz con motivo de su centenario, Blanca Alcalá practica en cada FOTO9momento aquello que le sirvió para llegar a tener una carrera política destacada: disciplina y la tolerancia a la frustración.

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A ella le ayuda, entre otras cosas,  su discreción. Es bien sabido (porque ella en varias
ocasiones así lo comentó) que en un principio no quería jugar en estas elecciones. Prefería esperar. Prefería que el tiempo cebara su suerte para contender más adelante, pero al ser la carta fuerte del “partidazo” (porque Enrique Doger es  impresentable) y la única que podía darle batalla al aspirante del PAN, se alineó a los requerimientos de su partido.

Porque un político inteligente debe ser, antes que otra cosa, un político obediente y paciente.

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Pero Blanca Alcalá tiene un lado flaco; que no es ni su afición a los trajes Chanel ni haber inaugurado durante su periodo como alcaldesa un mercado gastronómico que es una réplica a escala del mercado de cemitas circunvecino. No. Una sombra la persigue por más que quiera deslindarse de ella: la sombra del exgobernador Mario Marín, quien ha aparecido en varios actos de su precampaña.

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Para ser priista en Puebla se debe tener, aparte de un poco de gracia, una cola muy corta; pues  la funesta reputación de El Góber Precioso es una de esas cosas que el pueblo no olvida.

Una mancha negra en las credenciales de la candidata Blanca.

 

 

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