El nacimiento de internet surge en la búsqueda de economizar el esfuerzo por la selección, gestión y administración de la información a partir de disciplinas exactas como la ingeniería, sin embargo, para entender las consecuencias negativas que provoca en una sociedad amorfa colonizable luego de la digitalización de los medios, es necesario mirar desde una perspectiva comunicóloga responsable.
A finales de los noventa, luego de que un grupo de arpaneteros desarrollaran el diseño de una máquina que facilitara la búsqueda de datos para la Marina de los Estados Unidos, predominó un vertiginoso proceso de desarrollo de investigación que provocó una producción textual que se expandía a un ritmo que el ser humano no era capaz de comprender, procesar e incluso controlar, puesto que la selección de la información se realizaba en procesos analógicos mecanizados por lo que más tarde se crearía un sistema basado en gestionar redes textuales como un dispositivo para el trabajo individual en un sistema de archivo universal que gestionaba una red mundial de enlaces entre documentos que estaban en constante evolución, así surgía la web 1.0, un modelo centralizado, estático, unidireccional y contenido fijo desactualizado.
A inicios de los años 2000, comenzaba a emerger un fenómeno progresivo que trabajaría nuestra conciencia y generaría formas sórdidas de culpabilidad que controlaría nuestra manera de comunicarnos, hablamos de un efecto colateral tras el desarrollo pleno de internet, la hiperconexión a través de la adicción digital de la web social o 2.0. Para llegar a este fenómeno es necesario describir las características que rigen un modelo de consumo que se describe como una forma participativa de navegación en la red en la que supuestamente dejamos de consumir información de una forma meramente contemplativa y comenzamos con una participación activa a través de la capacidad de crear información y no solamente de consumirla como sucedía en la Web 1.0, pero esta afirmación no necesariamente es cierta desde el punto de vista crítico.
Con el nacimiento de la web social pareciera que el poder mediático está en manos de los ciudadanos y miembros del público, sin embargo son los medios masivos quienes mantienen una voz privilegiada en el flujo de la información, a estos se les suma las corporaciones, marcas y el marketing quienes interpretan a la sociedad —comunidad digital— como un vehículo para la promoción de mensajes corporativos explotando cínicamente los deseos participativos del público de maneras que satisfacen únicamente intereses comerciales sin un fin sostenible, ni sustentable.
Al llegar la Web 3.0 que propone una web semántica de aplicaciones interconectadas que “benefician” la experiencia del usuario, los privilegios aumentaron con servicios personalizados que aconsejan un régimen dietético absurdo. En un claro acompañamiento de una vida gerenciada por metodología algorítmica que interpreta un cúmulo de situaciones en tiempo real para dar soluciones a través de protocolos digitales alimentados de cotidianeidades basadas en nuestro “perfil”.
Ecosistema Digital
Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares