La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Quienes al interior de su partido acusan a Melquiades Morales de traición –o de doble juego o de un montaje fársico– ignoran, es evidente, su paso por el PRI.

Lo recuerdo a principios de los años noventa liderando la célebre operación “Tormenta del desierto” en el estado de Hidalgo: él como delegado regional del CEN del PRI y, en consecuencia, como el gran operador de la estrategia para apabullar a los contrarios.

El resultado no pudo ser mejor: don Melquiades hizo ganar a su partido en el contexto de una elección severamente disputada.

De hecho: fue apabullante su victoria.

Años después pasó por Michoacán con un éxito similar y por Oaxaca.

Sólo regresó a Puebla para convertirse en un gobernador incluyente y democrático y, posteriormente, en el ex gobernador más querido en la entidad.

A donde va, encuentra decenas de manos que buscan saludarlo.

Dos ex gobernadores recientes no corren la misma suerte: Manuel Bartlett es visto como un farsante hecho y derecho que al tiempo que habla de la patria y el nacionalismo vive de los negocios, maravillosos, que hizo a su paso por Casa Puebla, y Mario Marín Torres, el peor de todos, que sólo es aplaudido por las plumas adictas a las que enriqueció obscenamente.

Ya como ex gobernador, don Melquiades siguió ganando estados para su partido.

Ganó, faltaba más, Oaxaca –recuperó la capital después de años de ausencia– y fue a ganar San Luis Potosí.

Las voces que lo acusan de traidor por el hecho de que algunos familiares muy cercanos suyos estén en otras filas tienen poca y puerca memoria.

O poca y puerca reflexión.

De entrada, don Melquiades no es dueño de quienes desde hace varios años son mayores de edad.

Él, respetuoso como es, no busca influir en los criterios de sus personas más cercanas.

Hacerlo, faltaba menos, sería faltarles el respeto.

No podía ser de otra manera.

Nuestro personaje es fiel a sus querencias ideológicas, pero tolerante y generoso con quienes disienten de él.

Bartlett, ya lo hemos visto hasta el hartazgo, no dudaba en echarle la maquinaria a los contrarios.

Fraudes, amenazas abiertas, desapariciones extrañas y toda clase de sospechas ominosas aparecen en su currículo.

¿Y qué decir de Marín?

Los peores calificativos obsequiados a un ex político mexicano se los ha llevado él.

El espaldarazo de Manlio Fabio Beltrones a Melquiades Morales habla bien de los dos.

El presidente del CEN del PRI se vio generoso ante la rapiña.

Y su amigo el ex gobernador –desde su asiento republicano– fue pulcro ante el elogio justo.

No se hagan bolas, señores del PRI: si de algo pueden presumir es de tener a un hombre íntegro en sus filas.

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