Cada año, Inés y sus cuatro hijos acostumbraban a visitar la tumba de Ramón, quien falleció hace 11 años en un accidente automovilístico. Sin embargo, este 2020 será diferente.

“Era el momento en que acostumbrábamos a estar juntos otra vez, los seis”, expresó la viuda, quien comentó que no se opone a las medidas de prevención, pues el 1 y 2 de noviembre son días en los que los cementerios se saturan y ante el Covid-19 implica un riesgo alto.

Inés contó que cada Día de Muertos, salía desde temprano hacia la florería con dos de sus hijas, para recoger el pedido de girasoles que prefieren poner en el sepulcro, pues asocia el color amarillo con la alegría, el entusiasmo y energía, tal como, dice, era su cónyuge.

En tanto, el hijo mayor de Ramón buscaba algún puesto de barbacoa debido a que era el platillo favorito de su padre.

Una vez en casa, madre e hijos partían al panteón para visitar al hombre que fue víctima mortal de un chofer que manejaba en estado de ebriedad por la carretera.

La mujer recordó que una vez en el cementerio, iniciaban su convivencia con una oración, después comenzaban a limpiar y adornar la tumba; y se sentaban para compartir la comida: “Lo poníamos al día de los chimes, las tristezas y las preocupaciones”.

Ante la pandemia y el cierre de los panteones, Inés comentó que optarán por hacer en su casa un altar más grande. “De alguna manera tenemos que compensar nuestra ausencia en el panteón. No va a ser lo mismo, pero Dios sabe la razón”, expresó.

Y destacó que en cuanto se permita, acudirán a visitar el lugar donde yacen los restos de Ramón, y por lo mientras, honrará su memoria.

 

 

AR

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