Su pluralidad de ideas, una sólida planta docente e infraestructura para realizar investigación competitiva son fortalezas que distinguen a la BUAP, una universidad que al ser pública permite que más estudiantes accedan a la educación superior, asegura el doctor Aníbal Garza Carbajal, quien se desempeña como instructor en el Centro de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Texas en Houston (UTHealth).
“Por ser universidad pública, además de garantizar la pluralidad de ideas, permite acceder a una educación de alto nivel en forma gratuita o a muy bajo costo a un amplio sector de la población. Esto es importante, ya que asegura la formación de nuevos talentos sin que el costo de su educación se vuelva un impedimento, como ocurre en otros países”.
Para Garza Carbajal, egresado de la Licenciatura en Biomedicina y de la Maestría en Ciencias Fisiológicas, la Máxima Casa de Estudios en Puebla tiene recursos humanos de mucho valor, con experiencia en investigación de alto nivel. “Estar con ellos y aprender de ellos sirvió muchísimo para mi formación”. Sin duda alguna, reconoce que su carrera universitaria contribuyó a su competitividad en el extranjero.
Para muestra un botón, en Holanda, donde realizó parte de su doctorado, comprobó la calidad de su formación. “En algunos rubros, estaba mejor preparado que compañeros que habían estudiado en universidades de primer mundo. A nivel básico y conceptual estamos a la par que cualquiera”.
La formación técnica –menciona– también es buena, pero existen ciertas limitaciones porque hay equipos a los que no se tiene acceso, simplemente por el costo de estos. No obstante, “lo importante es tener cimientos sólidos para aprender lo que sigue y seguirlos usando para tu formación. En la universidad aprendes a aprender”.
A la fecha tiene 10 artículos en revistas indizadas y un capítulo de libro. Es miembro de la Sociedad por la Neurociencia (SFN). Además, obtuvo el Premio “Maximiliano Ruiz Castañeda” 2010, en Investigación Médica Básica, de la Academia Nacional de Medicina de México, por su investigación de maestría sobre las neuronas sensoriales en el laboratorio del doctor Enrique Soto Eguibar, de la BUAP.
Sus estudios de doctorado los realizó en una colaboración entre la Universidad de Duisburg-Essen, en Alemania, y la Universidad de Utrecht, en Holanda, en los laboratorios de Cobi Heijnen y Manfred Schedlowski, donde investigó mecanismos de dolor crónico a nivel molecular. Sus estudios se enfocaron principalmente en cómo cambios en las cascadas de señalización neuronales alteran la percepción del dolor.
Posteriormente, llevó a cabo estancias postdoctorales en el Instituto Max Planck de Genética Molecular y en el Hospital Universitario de la Universidad de Colonia, ambos en Alemania.