El exalcalde capitalino y aspirante por tercera ocasión a la presidencia municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, ha reavivado en el imaginario de un amplio sector del panismo la desconfianza, dicen sus compañeros de partido.

Y es que para un segmento de blanquiazul no basta que sea conocido en estudios de opinión, sino que sea confiable. Aquí es donde surgen dudas y su pasado lo condena, sugieren.

Lalo no sabe cumplir acuerdos ni hacer equipo con otros grupos, es la queja recurrente.

Ese pasado ha revivido las últimas semanas en que las negociaciones al interior del blanquiazul y la fallida coalición se han complicado por una postura que ha rayado en la intransigencia.

Militantes panistas han externado preocupación por la actitud “individualista y sectaria” del aspirante, lo que los ha llevado a recordar la existencia de su patrón de conducta que ha tenido un común denominador: “no cumple acuerdos”.

Por lo tanto, la confianza entre grupos se ha minado drásticamente. Fuera de su equipo compacto, prácticamente no existe confianza hacia su persona.

Incluso, algunos ponen de ejemplo los casos de quienes en su momento fuero sus colaboradores más cercanos en la comuna: Abel Hernández y Eduardo Alcántara.

Pasaron de formar parte de su primer círculo a fungir como sus principales detractores, lo que ejemplifica esa conducta pertinaz. Ellos saben y conocen de la conducta del aspirante.

Incluso para las voces que hablan desde fuera, el llamado “Riverismo” es sinónimo de simulación y falta de compromiso.

Los panistas sentencian que si Lalo no cumplió a sus correligionarios, existe una menor probabilidad de que lo haga con priistas y perredistas, en caso de consumarse una cada vez más la lejana alianza opositora en la elección de junio próximo.

Lalo solo ve para su santo, aseguran. No le interesa hacer alianzas para hacer gobierno de coalición, como sucede en otras democracias. La soberbia del poder y sentirse seguro en este proceso lo han colocado lejos de aliados potenciales.

Su palabra y compromiso cada vez valen menos y, por el contrario, podrían ser sólo una artimaña para utilizar a quienes se dejen sorprender, para que luego caigan en una artimaña política.

Todo esto los hace afirmar que el verdadero enemigo de Lalo es el propio Lalo. Vive un espejismo y pronto podrá darse cuenta que en muy poco tiempo podrá quedarse solo y sin el apoyo que, supone, tiene de manera incondicional.

La conducta que ha mantenido lleva a un espejismo: suponer que puede ganar sólo. Ya lo dijo el líder estatal del PRI: “Solos no podemos ganar”, pues cuenta con un solo y reducido equipo.

En el 2010, ganó cobijado por la estructura electoral de Rafael Moreno Valle y ha sido la única vez que ha salido victorioso. Ahora no tendrá quien le haga ese trabajo y sus posibilidades pueden ser una quimera política.

Una variable adicional: AMLO no irá en la boleta como en el 2018, en el que fue arrasado en su segunda postulación; sin embargo, Morena conserva una fuerte presencia en el ánimo del electorado.

Como pinta el escenario, ya no habrá alianza: ni PAN ni PRI ni PRD; nada; mucho menos presidencia municipal.

 

Parabolica.MX por Fernando Maldonado  

@FerMaldonadoMX