Seré extremadamente cuidadoso en este texto, pero no puedo sustraerme de la conclusión incontrovertible que resulta de los actos vandálicos de la tarde de este lunes en la capital poblana: la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, es en enorme medida responsable de los daños, provenientes de motivadores irracionales, que se registraron contra el patrimonio de todos los poblanos durante la jornada de protestas.

Por un lado, ella incitó veladamente a que algunas de las manifestantes de las marchas arremetieran contra los edificios históricos, incluso con bombas molotov y con una organización profesional para los destrozos.

También fue incapaz de contener y prevenir los desmanes, cuando como autoridad está en su ámbito de responsabilidad.

Lo que ocurrió es el claro ejemplo de que no se puede ser, a la vez, activista y autoridad; que no se puede utilizar una responsabilidad ejecutiva de administración pública, como es el ayuntamiento de Puebla, como trinchera personal de causas particulares.

Encima, en el caso de Rivera Vivanco, está el antecedente, nunca aclarado suficientemente, de que desde su personal visión de ejercer el gobierno, y desde su oficina, se “patrocinó” a los grupos de manifestantes que en noviembre pasado tomaron la sede del Congreso de Puebla.

Sí, esa misma a cuyas puertas las manifestantes le prendieron fuego sin considerar que dentro había trabajadores, por cierto, muchas mujeres, quienes luchan todos los días, incluso en plena pandemia, por llevar el pan a sus hijos. Muchas de ellas, para mayor agresión de género, son madres solteras y sustento único de sus hogares.

Por la mañana, en su protagonista activismo, Claudia Rivera Vivanco encontró en la crítica beligerante a las vallas que la Policía Estatal había colocado, la razón para enfrentarse nuevamente con la administración estatal y contra la “falocracia” y el “patriarcado” que tanto repudia ella desde su discurso de la pancarta, la proclama y el puño levantado.

Pero que luego, cuando se presentó la oportunidad real de atacar frontalmente ese “pacto patriarcal”, por ejemplo, con el caso Félix Salgado Macedonio, ella y sus huestes enmudecieron. Lo peor que podría ocurrir es que esta indignidad se haga costumbre.

“Entiendo que a algunos compañeros y a algunas compañeras les puede dar mucho terror, les puede dar mucho temor ver a las mujeres organizadas y empoderadas; esa es mi opinión personal”, dijo con petulancia.

También yo tengo una opinión personal: Claudia Rivera Vivanco azuzó a las manifestantes, a algunas.

La decisión del gobierno del estado vino luego en voz de Miguel Barbosa: “doy la instrucción de quitar las vallas y de retirarse todos… Que todo quede bajo el cuidado del ayuntamiento y lo que ocurra, que espero no ocurra nada, quede bajo responsabilidad del ayuntamiento. Nunca voy a poner en riesgo la seguridad de las personas, no sea que se vaya a querer fabricar un conflicto”, dijo en su conferencia matutina.

Las consecuencias ahí están. Queda ya en el juicio de cada ciudadano hacer los señalamientos.

 

@Alvaro_Rmz_V

Piso 17 por Álvaro Ramírez Velasco