OFF THE RECORD

Por Ignacio Juárez Galindo

ignacio.angel20@gmail.com / @ignacio_angel

 

La izquierda poblana que está en competencia por la minigubernatura le ha quedado a deber mucho a los electores.

Abraham Quiroz Palacio y Roxana Luna Porquillo, candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), respectivamente, están muy lejos de ser una oferta atractiva, fresca e inteligente para los poblanos.

¿Cuáles han sido sus méritos a tres semanas de iniciada la contienda electoral?

Roxana Luna arriba con el lucro político de un niño muerto, una oposición sistemática al morenovallismo y las profundas sospechas que su corriente Alternativa Democrática Nacional es la brazo priista al interior del sol azteca.

La mejor apuesta ofrecida hasta el momento es el incremento del salario a los integrantes de la Policía Preventiva Estatal, pero su error fue asegurar que los recursos los obtendrá de una reducción al sueldo de los diputados locales, una medida que, en caso de ganar la elección, nunca podrá realizar porque no está dentro de sus facultades legales.

De ahí en fuera, su oferta se centró en actos rídiculos como barrer las explanadas de las diferentes oficinas públicas, montar un show por una inexistente agresión a manos de policías ministeriales y crear un cuerpo de seguridad de élite, integrado por sus familiares, quienes ahora la acompañan armados con sartenes y cacerolas.

Y para que nadie la acusara de ser el parapeto de la candidata priista Blanca Alcalá Ruiz, decidió acusarla de ser sólo “una cara bonita” y criticó su silencio ante los abusos del poder.

El caso de Abraham Quiroz Palacios es más grave. Su capital político depende exclusivamente de la figura de Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso demagogo, populista  y el lucro de la inconformidad social que priva en el país le permitió colocarse en el primer lugar de las preferencias electorales rumbo al 2018 y ayudar a su partido en Puebla con una preferencia del 10 por ciento.

Sin embargo, López Obrador es un caso realmente lamentable para la democracia del país: su crecimiento no está en función de sus propuestas, sino en el descrédito que enfrenta el gobierno federal y las clase política nacional, la misma a la que pertenece desde hace décadas y a la que ingresó como militante del PRI.

Abraham Quiroz fue ungido como abanderado por dedazo de López Obrador. Su mayor mérito radica en que fue uno de los primeros impulsores de los comités de defensa del petróleo en la entidad.

También pertenece a una élite académica poblana, integrada por simpatizantes y beneficiarios de los movimientos universitarios que dieron pie a la creación de un poder paralelo universitario capaz de contrarrestar al gobierno del estado, y quienes están deseosos que los viejos tiempos de la izquierda regresen… pero con más fuerza.

Son la misma élite que tiene como ídolo a Lázaro Cárdenas y que desearía que México viva en un Estado paternalista.

Son la misma clase académicaque juegan con la palabra democracia cuando signifique quitar a otros para ponerse ellos.

Esa anacrónica élite es la que está fascinada por López Obrador, un político mesiánico, conservador y antidemocrático.

¿Qué ha propuesto hasta el momento Abraham Quiroz?

Promesas que no van más allá del sentido común o un refrito de lo que López Obrador realizó en la Ciudad de México, como es el caso de la universidad patito fundada en su gestión.

En algo sí han coincidido ambos candidatos de la izquierda poblana: en que mantendrán la Red Urbana de Transporte Artículado (RUTA), pero aplicarán un rediseño y ampliar el número de unidades.

En otras palabras, la apuesta más sensata que han tenido hasta el momento depende de un programa impulsado por un gobierno al que detestan y no dudan en tildarlo de corrupto.

Esa es nuestra izquierda poblana.

Una izquierda inmediata.

Sosa.

Incapaz de ofrecer un oferta atractiva al electorado.

Es la izquierda que ha sido rebasada por la realidad del país.

La misma izquierda que odia al PRI, pero que se comporta peor que los priistas más abyectos.

Eso es lo que nos tocó.

Que los pejezombies los rediman.

 

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