Eduardo Rivera Pérez tiene “el talento, la capacidad, la preparación y el valor que se necesita para darle un rumbo bien definido de progreso, de modernidad y de orden a la ciudad de Puebla”.

Los elogiosos juicios sobre quien competirá por la presidencia municipal de Puebla capital por tercera ocasión no son de sus seguidores, que los tiene, tampoco de algún panista ortodoxo convencido de que todo pasado fue mejor.

Quien resaltó ese conjunto de valores fue Rafael Moreno Valle, durante el registro de Rivera Pérez como candidato de otro conjunto de partidos aglutinados en terno del Partido Acción Nacional, el 28 de marzo de 2010 en el Instituto Electoral del Estado.

En esos años era elogiado por quien sería la fórmula para competir con éxito por la gubernatura y la capital de Puebla; luego sería perseguido por el régimen de quien fue su correligionario, denigrado junto con su familia por la prensa afín al régimen cleptocrático de la época.

En alguna ocasión confió al reportero el penoso proceso que vivió, con su esposa e hijos, por el embargo de su domicilio particular que padeció por la persecución que desde el morenovallismo se le había iniciado.

Así ha sido la carrera política de Eduardo Rivera Pérez, llena de contrastes según la circunstancia y coyuntura del momento y la época.

La del candidato es la trayectoria que no encuentra fácilmente lógica en las aulas de ciencia política. Si acaso obedece al tablero en el que la política dicta el movimiento de fichas de ajedrez.

Ayer puso los pies en el vetusto inmueble del Partido Revolucionario Institucional, en el que han despachado todos los adversarios del pretérito que el panista enfrentó desde los tiempos en que, como pupilo de Ana Teresa Aranda, combatían, ambos, a un gobernador de línea dura como Manuel Bartlett Díaz.

La correlación de fuerzas ha cambiado de manera tan radical a partir de que Morena llegó al poder de manos de Andrés Manuel López Obrador en 2018, que el paradigma parece no ha podido ser interpretado en forma adecuada.

Tan insospechado que parece difícil saber si hasta antes del lunes 29 de marzo, el panista ya había puesto los pies en el inmueble de la 5 Poniente que aloja a las desvencijadas oficinas del tricolor en el centro histórico.

Con el emblemático chaleco de color rojo PRI, Eduardo Rivera es, quizás, la imagen que no todos estaban preparados para observar y asimilar. Es probable que quien no tenga capacidad más que para el procesamiento mental lineal, no sepa entender la nueva coyuntura.

El Rivera del PAN tiene mejores números que la Rivera de Morena, en todas las mediciones. El candidato del PAN y PRI lo sabe y trazará su estrategia de tal manera que le permita cuidar ese capital, no exponerlo.

Acostumbrado a andar en suelo minado, sabe y entiende que Miguel Barbosa no estará en la contienda y que, como gobernador, no buscará influir en la fugaz campaña contienda de apenas un mes.

No sólo porque lo ha reiterado, sino porque el pleito en urnas no es el del principal funcionario en Casa Aguayo. Los pertrechos de guerra se quedaran embodegados.

Anoten a Eduardo Rivera para 2024.

 

@FerMaldonadoMX

Parabolica.MX escribe  Fernando Maldonado