La ciudadana Claudia Rivera Vivanco ha dado el paso. Salió del Palacio Municipal en la búsqueda de la candidatura a la Presidencia Municipal, en medio de los más complejos escenarios.
No sólo porque su aspiración penderá de las voluntades de los tribunales después de la impugnación presentada por su adversario en el Movimiento de Regeneración Nacional, Gabriel Biestro Medinilla, sino porque adolece de la más apremiante de las anclas para persuadir al votante: la presencia de Andrés Manuel López Obrador como candidato en la boleta.
Adicional a esas dos variables, la aspirante a la candidatura también deberán enfrentar otros escenarios no menos difíciles, insoslayables: la adversidad expresada en todas las encuestas que la colocan con el más alto índice de rechazo ciudadano… Y la oposición.
Desprovista de eficaces instrumentos y una narrativa suficientemente convincente para desmontar el enojo social de la ciudadanía por una gestión gubernamental pobre en resultados, el panorama es aún más sombrío.
El verano será como otoño en este 2021 para Claudia Rivera. Es una definición más precisa en su nueva condición política. No sólo será insuficiente el diálogo que ha pretendido mantener con colectivos abortistas y activistas de las marginales expresiones del feminismo de cada #8M.
El escrutinio al que será sometida la actuación de la edil con licencia, que por primera vez en la historia en México aspira a la reelección, será riguroso, casi enfermizo por el amplio contexto que ya se ha detallado.
El martes 5, en redes, circularon fotografías en las que se le observa rodeada de escoltas pagados con dinero público y vehículos oficiales, presumiblemente en una reunión de carácter político-electoral en la Central de Abasto de la capital que nadie desmintió.
La delgada línea en su condición de aspirante a la candidatura y presidenta en funciones la convirtió en la primera figura en llegar a la contienda con medidas cautelares, luego que el órgano la encontró responsable de utilizar redes sociales institucionales pagadas con dinero público para su promoción política.
El sostén sobre el que descansa la aspiración de la primera militante de Morena que llega al gobierno de la ciudad parece endeble en términos de competencia electoral en la capital, como ya lo ha demostrado en Hidalgo y Coahuila.
Se trata de una burbuja burocrática encabezada por Gabriel García Hernández, a quien en Morena se le conoce como “El Monje Negro”, y quien siguen con fe ciega un grupo de perfiles propios de esta generación: improvisados y arrogantes.
Ahí están Edgar Garmendia de los Santos, Carlos Evangelista Aniceto y hasta el senador Alejandro Armenta Mier y sus pequeños alfiles, como Pablo Salazar, un impresentable aspirante a un cargo de elección popular.
No parece nada fácil la tarea que se echó a cuestas la militante de Morena. En política nada está escrito, y si los tribunales la ratifican como la candidata de Morena a la alcaldía de Puebla, no será un día de campo, porque el suelo sobre el que andarán sus pasos estará completamente minado y lleno de rosas con espinas.
@FerMaldonadoMX
Parabólica por Fernando Maldonado