La presencia en Puebla de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los senadores de Morena, conlleva implícito el críptico mensaje de un grupo de poder ubicado en el extremo opuesto al que encabeza Miguel Barbosa, el gobernador de Puebla, principal destinatario.
La presentación en el Salón JP de San Manuel del libro “Nulidades y procedimientos sancionadores en material electoral”, editado por Porrúa, resulta una coartada para refrendar su presencia en el contexto de la contienda electoral. Lo acompaña un conjunto de perfiles que carece de autoridad política y calidad ética.
Una fotografía en Cholula permitió ubicar en su justa dimensión a los componentes que han obtenido ventaja política… y la absolución de Morena y de Alejandro Armenta Mier, el mariscal de campo de la asonada de Monreal.
La diputada, Nayeli Salvatori, desaforada aduladora del ¿panista? Antonio Gali, como candidato y luego como gobernador, ahora en la búsqueda de la reelección y últimamente señalada como “traidora” por Fernando Manzanilla, el diputado federal que la llevó a la candidatura a la diputación en 2018.
Ahí se ubicó también el candidato a diputado local, Pablo Salazar Vicentello, pillado en un audio proponiendo complot para arrebatarle la vida al objeto de su diatriba, e incapaz de mirar de frente a reporteras que lo han colocado en el papel que merece por su oportunista conducta: el desecho orgánico de un partido que se desprestigia a sí mismo.
Otro candidato que abona al desdoro del partido que le abrió la puerta, Julio Lorenzini, un tránsfuga de la peor expresión del panismo con Rafael Moreno Valle, sobre quien existen acusaciones formales de violación sexual y violencia de género.
Para nadie en el círculo rojo es ajeno que el senador, académico en la UNAM y excoordinador de la campaña de Andrés Manuel López Obrador tiene en su entorno una guardia pretoriana de la que destacan dos personajes venidos a menos: Alejandro Rojas-Díaz Durán y José Juan Espinosa Torres.
Carece de autoridad política el zacatecano cuando habló en las últimas horas de llamar a la humanidad y a la “operación cicatriz” en un partido político que vive su peor momento, por la falta del uso de los recursos de la política.
La retórica de Monreal no se sostiene cuando se contrasta con lo sucedido en los últimos meses. Hubo un momento, en el más penoso episodio que llevó a la ruptura de las relaciones con JJ, que ofreció interceder para apaciguarlo.
Todo mundo sabe lo que sucedió después: el diputado, convertido en personaje del folclor local, pasó al insulto cuando dijo “no estoy manco” para desafiar al gobernador Barbosa.
Rojas Díaz-Durán, una suerte de arlequín en la puesta en escena del coordinador senatorial, ya es un visitante frecuente de Puebla para disparar hiel y estiércol en contra de Barbosa, como por inspiración propia.
Las intenciones políticas de Ricardo Monreal y Alejandro Armenta en Puebla podrían ser justificables desde una perspectiva política, pero cuestionables cuando descansan sobre un elenco de mala entraña y peor calaña.
@FerMaldonadoMX
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado