Tan mal diseñada está la estrategia de campaña del grupo que rodea a la aspirante a la alcaldía por Morena en la capital, Claudia Rivera, que en sus encuentros con habitantes de colonias clasemedieras de Puebla, ofrece como garante de eficacia y honradez a Andrés Manuel López Obrador.

Sólo la fe ciega en una deidad puede llevar a este conjunto de improvisados a ignorar al menos tres divisas para advertir que lo que se configura es un escenario de desastre.

Persiste en la idea de que el fenómeno electoral de 2018 se repetirá en 2021 por el sólo hecho de haber arribado al sitio en el que están por sí mismos, y no por el efecto que el tabasqueño provocó en una sociedad agraviada durante las últimas décadas.

Las candidatas y candidatos no son, ni por asomo, la personificación de López Obrador, pero así se asumen de dientes para afuera y las evidencias surgen todos los días. Resultaron en auténticos ejemplos de los que la gente rechazó con su voto el 1 de julio de hace tres años.

Pero hay algo peor que puede suceder en una campaña: la falta de método para la toma de decisiones. La condición puberta de quienes coordinan adolece de información precisa para mantener un diálogo con los diversos auditorios y públicos con los que se dialoga.

Casi la totalidad de la gente que habita en asentamientos como La Paz, Huexotiltla, Anzures, El Cerrito, Prados Agua Azul y La Calera, entre otros, suponen –a partir de información evidentemente tergiversada- que el presidente lleva al país a un símil como Cuba o Venezuela, países en los que se gobierna a punta de bayoneta y sin comicios.

Evidentemente hay una distancia entre uno y otro caso con respecto a México, pero los consumidores de información con ese sesgo están convencidos de que el fantasma del comunismo ronda cerca.

Ante ese público se llega con la figura de AMLO como estandarte y el discurso de la Cuarta Transformación con dogma de fe.

No sólo han cometido dos errores tácticos en su campaña política, sino que además hay muestras evidentes de un desconocimiento real de los diversos segmentos poblacionales que componen la totalidad geográfica capitalina.

No se trata de claudicar en las convicciones que dicen, los anima a continuar en la lucha, como se decía en las prepas populares de la década de los ‘80, y del que muchos de ellos no se han podido desprender.

En tres semanas de campaña, y previo al desenlace, parece difícil que vaya a haber un cambio en la forma de hacer campaña de la que claramente adolece de estrategia.

A días de que se cierre la campaña el 2 de junio, fueron incapaces de matizar para comunicar con mayor eficacia ante los diferentes públicos y esa no puede ser la forma de hacer una tarea competitiva y exitosa.

El recurso de la victimización fue el más equivocado de los caminos. El ejemplo más evidente fue el del priista Francisco Labastida frente al panista Vicente Fox en el debate presidencial del año 2000: “Fox me ha llamado chaparro, mariquita; me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”.

La historia terminó por poner a cada quien en su lugar: Labastida Ochoa no gobernó a México.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica escribe Fernando Maldonado