Sobre la línea delgada de la tolerancia se enmarca el discurso político que todos los días se diagnostica polarizado.
Cuando los insultos y las ofensas personales llegan, la democracia se astilla y en ello, perdemos todos
El presidente no lo entiende, la oposición no lo entiende, los medios no lo entienden y la sociedad, en consecuencia, lo reproduce.
Estamos tan polarizados que, ante casi cualquier expresión contraria, nos parece de odio. El ruido es demasiado estruendoso para distinguir los argumentos y el espacio es alimentado por todo tipo de información que pervierte cualquier idea razonada y argumentada.
En las últimas semanas, por ejemplo, el presidente López Obrador arremetió contra las clases medias en lo que aparenta ser un berrinche que le resultara en otra pelea infructuosa.
El discurso conciliador del lopezobradorismo tras la victoria electoral ha quedado en el basurero de la historia. Los abrazos a la ciudadanía golpeada por la delincuencia y la corrupción tan denunciada y las promesas de puertas abiertas al diálogo, han sido vapuleadas por él mismo.
Y es que no resulta sencillo desentrañar las intenciones del mandatario federal en estas declaraciones. A saber, si solo fue el arrebato por los resultados electorales o realmente quiere motivar que este sector se active políticamente con dichos que no tienen pies ni cabeza y sus cercanos deben estar interpretando.
El tema fue retomado por la oposición que entre otras cosas lo señala de ser un dictador, que pone en peligro a las instituciones, que la Constitución es un juguete en sus manos, pero el discurso se agota cuando bailan a la ley por encubrir a su gobernador en Tamaulipas, Francisco Cabeza De Vaca, acusado de vínculos con el narco y lavado de dinero. Sin ningún reparo, usan la ley para ampararlo y defenderlo.
El que pareciera ser el único argumento que busca colocar la oposición en el debate, se cae a pedazos con muy poco y estas ideas tan alejadas de la realidad frenan el desarrollo del debate político.
Igual pasa cuando hablan de la alianza PRI-Morena. Los panistas olvidan que son ellos quienes tienen esa alianza con Revolucionario Institucional, un partido que sigue protegiendo y enarbolando la bandera de la ominosa presidencia de Peña Nieto.
Y ni que decir del Partido Acción Nacional, un partido que se ha descubierto defensor de las causas más nobles y antimilitarista, cuando fue el último presidente de sus filas que gobernó el país, el encargado de hacer de este país un cementerio.
Ejemplos hay muchos más todos los días, a toda hora, en casi cualquier canal, de un discurso anquilosado, que sabe a qué México le debe hablar.
Y justo en medio estamos muchos, que no queremos dejar de creer. Quienes muchas veces nos vamos a dormir en la incertidumbre de no encontrar más opciones para elegir que rumbo darle a este país.
No somos ni la potencia mundial que nos dejaron ni la que se está por construir… y así llega de fuerte el golpe de realidad.
Máscaras escribe Jesús Olmos