El rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Alfonso Esparza Ortiz se atrincheró ante la proximidad del periodo de sucesión que lo pondrá fuera de la institución en octubre próximo, luego de haber convertido en fuente de riqueza a la casa de estudios.
La designación de José Carlos Bernal como secretario general en lugar de Guadalupe Grajales Porras, aspirante a suceder a Esparza Ortiz, no es sino el síntoma de una conducta dictatorial e intolerante en la gestión rectoral.
Un ejemplo evidente y reciente de esa proclividad enfermiza para descalificar o bloquear todo tipo de disonancia fue el que padeció Liza Aceves, la catedrática que saltó a la Secretaría General del Ayuntamiento capitalino y luego a la Dirección de Vocaciones Científicas de Conacyt, último cargo para el que le fue negada toda facilidad administrativa por parte del equipo de Alfonso Esparza.
Bernal es un fiel integrante del círculo del aún rector, e inquebrantable ejecutor de la política de exclusión del funcionario universitario señalado en carpetas de investigación por el presunto delito de lavado de dinero que alcanzó mil 400 millones de pesos, en complicidad con María Isabel Martínez Hermoso, una figura a quien nadie ha podido encontrar y que de acuerdo por diversos testimonios recogidos por el columnistas, se le había señalado como “la voz del rector” en la propia institución.
La necesidad de llevar a un incondicional en el segundo al mando en la estructura burocrática universitaria no es sino el síntoma de la debilidad política que dentro y fuera, padece el contador púbico caracterizado por su displicencia política.
Haberse quedado en medio de la burbuja universitaria en la que están el propio Bernal, el ex tesorero Oscar Gilbón y la mujer que manejó recursos abundantes según una tarjeta informativa que da cuenta de una bitácora de transferencias, aislado y sin interlocución sólida con otros factores de decisión lo tienen en condiciones de extrema vulnerabilidad.
La etapa de relevo institucional que deberá comenzar en un plazo perentorio es completamente diferente a etapas análogas en el pasado, a las que debieron enfrentar otros rectores como Enrique Doger Guerrero y Enrique Agüera Ibáñez, ambos con la capacidad de maniobra suficiente para conducir sus propios relevos en 2005 y 2013, respectivamente.
La debilidad de Esparza en un contexto de enorme complejidad política y penal se hace aún más pronunciada por el periodo de la pandemia.
La crisis de salud en México llevó a la comunidad universitaria a realizar actividad académica a distancia y por tanto, ajena a la manipulación política para salir a las calles a defender al indefendible. Esparza Ortiz está más sólo y aislado que nunca.
@FerMaldonadoMX
Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado