Este jueves se cumplen 72 horas del paso de Grace por la zona serrana de Puebla, y a medida que pasa el tiempo la numeraria de afectaciones es cada vez más angustiante.

Al paso de los días y sus noches, se evidencia también la soledad en la que se encuentra el gobernador Miguel Barbosa y su equipo de trabajo. Es símil de lo sucedido en la peor estampa de la pandemia por Covid-10 en 2020, cuando se desató la especulación en precios de productos esenciales para vestir, alimentar y sanar a quienes peores efectos padecieron.

En esa etapa de la historia, nadie levantó la mano para ofrecer un cubrebocas, sino ya muy avanzada la pandemia.

En contrario, cuestionaron las medidas de contingencia porque fueron impopulares, pero tampoco aportaron mucho. Los más decidieron revolcarse en su propia hiel y fastidio.

Los llamados de Miguel Barbosa a apoyar a los damnificados de Grace, que de acuerdo con estimaciones parciales, casi alcanza el millón 300 mil habitantes, han vuelto a caer en el vacío.

De los llamados líderes empresariales y sus panegiristas no se puede esperar mucho más allá de un tuit, un cartel o desplegado condenatorio con los “abajo firmantes” para fijar posturas respecto de temas que afectan intereses particulares.

Es improbable que personajes como Ignacio Alarcón, líder del Consejo Coordinador Empresarial, o Fernando Treviño, un dirigente empresarial que no tiene empresa, abandonen la comodina posición de profetas del desastre para pasar del discurso de fuego a la solidaridad con los damnificados de la sierra.

La inutilidad distingue a la clase política, tanto como a los empresarios. Diputadas y diputados inundan sus redes sociales (Twitter, Facebook, Instagram) con clichés en medio de una tragedia que los coloca como  frívolos, y ofensivos: “listos para trabajar por Puebla”, suelen escribir.

La retórica barata de quien asegura entregar lo mejor de sí, es exactamente proporcional a sus acciones frente a la tragedia que viven miles de familias en la zona devastada por el meteoro.

Y si la clase empresarial, legisladoras y legisladores brillan por su ausencia frente al desafío, las dirigencias partidistas también han nadado de muertito.

Ni siquiera la dirigencia de Morena, partido en el gobierno, ha llamado a sus liderazgos para sumar a la causa que apremia a quienes, según el estribillo de campaña decía “primero los pobres”.

Al gobierno en turno le ha tocado lidiar con los mayores retos frente a una sociedad clasista e individualista, frente a la pandemia y su crisis de salud, la corrupción enquistada en múltiples esferas y los efectos devastadores de Grace.

Y lo peor: los oídos sordos de quien despacha en Palacio Nacional, empeñado en ir contra molinos de viento, mientras los menesterosos sobreviven a las peores horas de los últimos años.

El secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Román Meyer, estuvo ayer en el zócalo de Puebla para ver los destrozos de una obra inacabada, en tanto a cientos de kilómetros de carreteras en el norte se encuentran dañados en la zona de desastre. No sólo han sido insensibles, sino arrogantes.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica.mx escribe Fernando Maldonado