Entre enero y abril de 2019, previo a la jornada electoral extraordinaria de ese año, Inés Parra Juárez y Gerardo Domínguez Pérez, diputada federal –la primera- y consejero estatal de Morena –el segundo-, calificaron a Miguel Barbosa como un “candidato fallido” y pronosticaron su fracaso, pues llegaba tarde a las urnas ya sin la oleada de Andrés Manuel López Obrador, que había arrastrado al triunfo a auténticos impresentables de la política de los que no es necesario mencionar.
Repetían como estribillo una línea discursiva trazada por Alejandro Rojas Díaz-Durán, un integrante de la guardia petroriana de Ricardo Monreal Ávila, quien por aquellos años rivalizaba con Barbosa por la candidatura de Morena al gobierno de Puebla, porque apostaba por Alejandro Armenta Mier, presidente de la Comisión de Hacienda.
El tiempo pasó y las aguas encrespadas por la turbulencia política de aquella coyuntura regresaron a su cauce, la conciliación encontró espacio entre ambos personajes que desde la izquierda han hecho historia, como quedó evidenciado a mediados de octubre con la presentación en Puebla del más reciente libro del coordinador de los senadores en Puebla, Las Grandes Reformas para el Cambio de Régimen.
Pero los radicalismos trasnochados, que no entienden de acuerdos, alianzas y coyunturas, suelen desatender la máxima en política que supone dialogar y ceder sin claudicar en principios genuinos.
Parra Juárez y Domínguez Pérez, marginales como son, siguieron la línea del golpeteo, ahora a través de una plataforma extraordinaria como el semanario Proceso (No. 2347) para contar una artificiosa versión que deliberadamente se olvidó contrastar.
Llamaron “cofradía” a un acuerdo tan improbable como insostenible para palomear candidatos en la elección del 6 de junio, que integraron Carlos Evangelista, Eric Cotoñeto, Edgar Garmendia, Claudia Rivera e Ignacio Mier. Una revisión elemental de la historia reciente habría permitido encontrar que la dupla consultada por el semanario desconoce, o miente sobre la vida interna partidista, pues ninguno de los ahí mencionados son capaces hoy de tomar un café siquiera.
En abril de 2019, Inés Parra Juárez y Gerardo Domínguez Pérez fueron entrevistados por Polo de Lara en su espacio Factor Radio, solo para exhibir la pobreza argumentativa de la que también abunda en otros partidos políticos.
Se dijeron devotos de Rojas Díaz-Durán que había presentado denuncia en contra de Barbosa en la Fiscalía General de la República por el presunto delito de corrupción, de la que se dijeron confiados que prosperaría, o de lo contrario, palabras más o menos, el titular sería juzgado por la historia.
No es la única mentira pública: sólo este par de morenistas advirtió hace tres años una alianza política de las corrientes de los Chuchos (Jesús Ortega y Jesús Zambrano) en el PRD para que a través de Miguel Barbosa, Yeidckol Polevnsky y Mario Delgado infiltraran al Movimiento de Regeneración Nacional a través de candidaturas externas en la elección de 2018. Era como escena de película del icónico Juan Orol: Charros contra Gángsters, en la era de la #4T.
Domínguez Pérez llegó al extremo de catalogar como un “exceso de la democracia” que en Morena no existan candados como en otros partidos políticos para afiliar y perfilar candidaturas externas.
El “chilangocentrismo” que priva en los criterios editoriales de contenidos noticiosos a veces desconoce con plenitud el contexto en el que se producen sus fuentes de información.
Inés Parra y Gerardo Domínguez podrán estar en paz, su condición de tontos útiles del expriísta Rojas Díaz-Durán seguirá vigente.
@FerMaldonadoMX
Parabolica.MX escribe Fernando Maldonado