El coordinador de los diputados priístas en el Congreso local, Jorge Estefan Chidiac, sacó del clóset un cadáver político para revivir un expediente de 2018, que pudo haber cambiado la historia de Puebla.
“Que nos diga en dónde quedaron las actas de escrutinio de gobernador en 2018, que misteriosamente desaparecieron y que el PRI no pudo aportar para poder realizar la confronta de si hubo o no un fraude en 2018”, preguntó a quien en ese proceso era candidato a gobernador, Enrique Doger Guerrero.
No fue ejercicio retórico cualquiera. Cuestionó públicamente a quien había sido su abanderado, amigo y socio de Ignacio Mier Velazco, el coordinador de los diputados de Morena.
Ese lance revela, además, una doble trama: la presumible traición Doger Guerrero, como todo hace suponer, a su partido, y el doble juego de la dupla. Lo que no es lógico, es metálico, dicta la sabiduría popular.
Y de paso, abrió la puerta al ejercicio de la acción penal. De acuerdo con las leyes federales vigentes, es un delito quien “se apodere, destruya, altere, posea, use, adquiera, comercialice o suministre de manera ilegal, en cualquier tiempo, materiales o documentos públicos electorales”, como lo establece la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales.
Esa probable imputación no ha prescrito, pues de acuerdo con la norma, deberán transcurrir cinco años desde el momento en que sucedió el delito. Es decir, Doger y sus socios podrían ser acusados hasta el 2023, la antesala de la interna de los partidos para el año de la sucesión.
No estaría sólo el rijoso paria de la política poblana. Dos meses antes de la polarizante jornada electoral de julio de 2018, que estuvo plagada de trampas y violencia, el compadre del socio de Ignacio Mier, Javier Casique Zárate, protestaba el cargo de dirigente del PRI en Puebla.
Casique, Mier y Doger han integrado un mismo grupo político desde los tiempos en que el último era rector en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en 1997.
El diputado priísta soltó un dato fino que pocos poseen. El espacio del que dispuso Eukid Castañón Herrera en la Torre Mayor, de la avenida Reforma en la Ciudad de México, en donde el operador estrella de la época morenovallista montó oficinas desde que fue diputado federal y coordinador de la precampaña presidencial de su jefe, el fallecido Rafael Moreno Valle.
Las casualidades y las circunstancias obran en poder de quien se envalentonó esta misma semana para decir que su partido está lleno de tránsfugas que buscan los favores de Morena.
Si como asegura Jorge Estefan Chidiac las actas de escrutinio del PRI en la elección de 2018 no son encontradas o si fueron destruidas, incineradas o vendidas, estamos ante la existencia de un delito cometido por un grupo político en detrimento de los poblanos.
La conducta pública del candidato de la época apunta en esa dirección. Fue un golpeador del abanderado de Juntos Haremos Historia, Miguel Barbosa, y un omiso crítico del poder liderado por Moreno Valle. Los testigos en la Torre Mayor tendrán más luces sobre ese episodio.
@FerMaldonadoMX
Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado