Hoy 31 de octubre de 2021 me detengo a contarles el homenaje que decidí hacerle a mi padre Felipe Arturo González Orduño, a 7 meses de su partida.
Comencé yendo el sábado a Puebla. Esa ciudad que se conocía de pies a cabeza y que me recibió con una memela verde con cebolla y una quesadilla de chicharrón (pequeña, por aquello de la indigestión, para que el homenaje fuera completo).
Prometí que tras ese atascón, no comería hasta el siguiente día. Situación que por supuesto no pude cumplir, como él tampoco lo hacía. Caminé por el barrio de Los Sapos, recorrí esos portales de la 3 Sur que encontraban al fondo a Doña Mago y su legendario puesto de periódicos. Sigue en pie, pero le hace falta esa magia de Doña Mago y su interminable sonrisa acompañada de su abundante melena canosa y su suéter tejido a mano.
Pasé por el extinto Hotel Royalti, y clarito pude verlo sentado con la pierna cruzada, comiendo un helado o tomando una coca light y preguntándome si el Puebla ya estaba en zona de clasificación. “Pinche Puebla, ahí va”… Es que hasta pude escucharle.
Dando la vuelta estaba en la 5 de Mayo, misma en la que se encontraba a medio Puebla, unos amigos y otros “no me acuerdo ni quién es, hijo”, susurraba tras 10 minutos de plática sin reconocerlo. Un clásico.
Por supuesto también tuve que pasar por la 6 Oriente y hacer parada en los Dulces Típicos Santa Mónica. Reconozco, ahí sí me brotó una que otra lágrima al toparme con las marinas de nuez, que por cierto también lo echan de menos. Desde que tengo memoria, mi padre nos llevaba a comprar ahí y mientras comía su marina y mis hermanos y yo los macarrones, tortitas de Santa Clara y demás, no dejaba de platicar de la historia de Puebla con Maria del Refugio Castillo Escobar, dueña del lugar, una mujer entrañable, de cabellera canosa bañada en lila y unas tiernas manos que hacen los mejores dulces de la Angelópolis.
Hoy regresé a la Ciudad de México por la mañana al son de Compay Segundo y su maravilloso Chan Chan, pasando por Eliades Ochoa y su fenomenal Orquesta Buena Vista Social Club. Sonó Hotel California, Te lloré un río, de Maná; acabando la playlist con El tiempo no perdona, de Alejandro Fernández.
Y cierro el día como él me enseñó, frente a la cámara, sin titubeos, dominando el nervio y haciendo enlace en la Fórmula es Domingo tras el partido entre Cruz Azul y América en el estadio Azteca. Con un tequila en mano, unas pepitas, cacahuates, coca de dieta, recostado en la cama, con la pierna cruzada y diciéndole a mi hija que la amo.
El lunes es de visita a Puebla por dos días para continuar con el homenaje, ya que nos espera una cemita de milanesa, unos tacos árabes de Tony y seguramente esos tacos de asada que tanto disfrutaba. Es parte del homenaje. Todo sea por él.
@AlfredoGL15
Por Alfredo González