En el discurso político preponderante ha sido un año más de polarización y un país dividido, donde son crecientes los males y las preocupaciones, donde son más latentes los cambios y en el que se polemiza por cosas tan ridículas como si el presidente usa un iPhone, si su esposa viste a la moda o si sus opositores comen o cenan en este u otro restaurante.

Poco han observado, en su recuento de lo que dejó este año, la verdadera naturaleza de un 2021 lleno de angustia, tristezas y pérdidas.

Los meses de enero, febrero y marzo, quizás fueron de los más dolorosos que se haya tenido memoria, para un país que de por sí padece de la devastación de la violencia y su drama de desapariciones, secuestros, robos y muertes.

Las familias corriendo de un lado para otro para buscar atención a sus pacientes, las largas y desesperantes filas en busca de un poco de oxígeno, la espera dramática afuera de los hospitales donde contaban los caídos por decenas.

Se contaban los contagiados de a uno por familia, de a 3 por calle, de a 10 por colonia, ya por cientos en cada ciudad y por estados en miles, y si en el mundo no hubo sistema de salud que lo resistiera, en México sólo se hizo más evidente el abandono heredado de años y años, con el ingrediente de la necedad de no construir nada sobre lo ya hecho.

El otro drama del mismo período, fue que más de 10 meses de cierre comenzaron a hacer lucir las calles como un anuncio de ocasión permanente. Espacios en renta por racimos, además de casas y departamentos abandonados con sus ilusiones.

Se podía recorrer las calles de Puebla sin ver un alma, parques abandonados por un cierre fatídico como incomprensible. Las fotografías de las plazas y los supermercados vacíos, los trajes de aislamiento, caretas, guantes y el normalizado cubrebocas, imágenes que acrecentaba el clima de caos y nos dejaba en la cabeza ideas cuasi apocalípticas.

En la televisión no había mucha diferencia. Los medios masivos se inundaron de las malas noticias, al mismo tiempo que los sitios de internet y las comunidades digitales alimentaban el monstruo de los mitos y los productos milagro.

La esperanza llegó hasta marzo cuando los adultos mayores comenzaron a formar filas para recibir sus dosis de vacunas traídas de todas partes del mundo.

Llegado el verano hubo luz, cuando se superaba al 50% de la población vacunada y la promesa de que al final del 2021 se llegaría a completar por lo menos el 80% de la población adulta. Luego se empezó con los jóvenes y vienen los refuerzos para adultos mayores y personal médico.

El 2022 llega con la misma incertidumbre, que si la nueva variante Ómicron pudiera darse, que si habrá que regresar al terrible confinamiento y que si la economía va a resistir tantos meses de la máxima volatilidad.

Nada de esto lo sabemos, pero es nuestra responsabilidad ponerle una mejor cara a nuestra incertidumbre. Dicen los estudiosos de la relatividad que el futuro ya pasó y es que entonces, siempre, solo lo mejor del presente es lo que nos queda por venir.

 

@Olmosarcos_

Jesús Olmos escribe Máscaras