Hace una semana que las autoridades supieron del más ambicioso plan criminal para que un número aún no cuantificado de reos se evadiera del Centro de Reinserción Social de San Miguel.
Fue frustrado a tiempo, pero quedará escrito en los anales de la nota roja como el más audaz de los planes de evasión de una celda en el sistema carcelario en México, tal vez acaso comparable con la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, en el Panel del Altiplano en 2015.
Menos trabajo de ingeniaría como la de elaborar un túnel de 1.5 kilómetros que permitió la evasión del líder del cártel de Sinaloa, pero igualmente ingenioso, el plan se comenzó a fraguar en las celdas que se ubican en el dormitorio “D”, en el que purgan condena los criminales de mayor calado en el penal de la capital.
La porosidad que se vive en los penales del país y el de Puebla da para escribir cualquier cantidad de anécdotas, la mayoría de ellas del género negro.
La más reciente en junio de 2021 con la fuga de Felipe Hernández Tlatelpa, principal acusado de haber dado muerte a tres universitarios y el chofer del auto Uber en Huejotzingo, el multihomicidio de estudiantes que cumple dos años este mes de febrero.
Pudo mudar de ropa con un hermano que asistió a visitarlo el domingo 6 de junio y salir por la puerta principal para luego ser capturado y vuelto en encarcelar, no sin antes someter a proceso a unas 14 integrantes del personal del penal de San Miguel.
En los periodos de gobierno panistas, entre 2011 y 2017 el ambiente en la cárcel capitalina fue de fiestas y excesos que pueden testimoniar los miembros de bandas municipales y mariachis que fueron llevados para amenizar fiestas con alcohol y prostitutas, ante la complacencia de mandos uniformados y civiles.
El ex funcionario en el gobierno de Mario Marín, Francisco Castillo Montemayor narró la ocasión en que preso por consigna en el gobierno de Rafael Moreno Valle, un líder criminal que ahora goza de libertad lo hizo llevar a su celda.
Indulgentes, los custodios atendieron el capricho de matarife que amagó con ejecutarlo durante largas horas de la madrugada, detrás de una mesa llena de cocaína y whisky, con una víctima de su rabia y alucinante noche, tendida en el peso, convertida en una masa sanguinolenta.
Vivió para contarlo pero la anécdota queda ahí como ejemplo de un periodo de componenda entre criminales y autoridades que avivó el clima de impunidad contra el qué hay que combatir.
Una revisión en el dormitorio “D” del penal de la capital permitió descubrir la existencia de un croquis perfectamente trazado sobre el inmueble que alberga San Miguel.
El plan estaba en marcha pues además se contaba con una bitácora que daba cuenta del personal de custodios desplegados en las torres de vigilancia colocadas en los sitios estratégicos de loa altos muros, quiénes se encontraban en las guardias y turnos, lo que les permitiría pasar a la otra etapa: la ejecución del de fuga que resultó frustrada.
@FerMaldonadoMX
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado