En abril de 1956, el premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway visitó el Perú, junto a un equipo de filmación de Warner Bros, para filmar las escenas de pesca para la primera versión de la película El viejo y el mar. Cabo Blanco era el paraíso de la pesca de altura y el escritor estaba empeñado en capturar los mejores ejemplares para la película; pero los esfuerzos iniciales fueron infructuosos, hasta que apareció una fotógrafa alemana que lo cambió todo.
Terminó de leer el periódico y no pudo contener la ira, no podía entender cómo era posible que el periodista que viajó al norte del Perú a recibir al Premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway, se refiriera a él con tanta ligereza y que resaltara en su nota que era un borracho, un bon vivant y apenas haya hecho una referencia a su poderosa literatura.
Modeste von Unruh, una fotógrafa alemana que por un azar del destino se había quedado a vivir en el Perú, era una apasionada de la obra del escritor norteamericano y la lectura de aquel despacho periodístico del 17 de abril de 1946, la había indignado hasta el punto de tomar la decisión de comprar un ticket de avión para volar hacia el norte del país para hablar con el mismísimo Ernest Hemingway.
La nota que propició este encuentro, era la del periodista peruano Jorge Donayre Belaunde, conocido en el ambiente periodístico limeño como “El cumpa” Donayre, que en ese momento trabajaba en un diario muy antiguo llamado La Prensa y había sido uno de los tres periodistas que viajaron al norte del país para recibir al laureado escritor que llegaba a una caleta de pescadores, llamada Cabo Blanco, en busca de los gigantes del mar.
El primer despacho publicado por el enviado especial, salió en primera página con el título: “Llegó Ernest Hemingway; es un bebedor confeso, pescador y aventurero”, en honor a la verdad, es muy probable que aquel infame titular haya sido puesto en la redacción del diario, ya que el despacho de Donayre era una detallada descripción de la llegada del escritor norteamericano, al aeropuerto El Pato de la base aérea estadounidense, situada en Talara, a unos mil kilómetros al norte de la capital peruana, muy cerca de la refinería de la empresa petrolera International Petroleum Company, que existía en aquellos años en el Perú.
Donayre relata que Hemingway llegó a las ocho de la mañana a bordo de un avión de Panagra, junto a su cuarta esposa Mary Welsh, su amigo Eliseo Argüelles y su inseparable capitán cubano Gregorio Fuentes. “A los dos minutos de hablar con él, de estar a su lado, de asistir a sus réplicas chispeantes, se percibe la hondura de su talento, los fulgores de su notable personalidad. Pero lo más importante, quizás, es que el personaje que es considerado como uno de los más grandes narradores de la historia, y que reúne en sus 57 años todos los avatares que puede concebirse en su polifacética vida de escritor, periodista, boxeador, pescador, cazador, torero aficionado, bebedor confeso, amante apasionado y héroe de dos guerras; resulta siendo, a simple vista, un sencillo hombre, sin alardes, ni pretensiones”, se lee en la primera página de La Prensa.
El párrafo en que se refiere al gusto por la bebida, está mucho más adelante en la página dos del diario donde continuaba el texto y dice: “El formidable novelista —que domina el castellano, pues tiene varios años de residencia en Cuba— declaró que no negaba que le gusta el trago. Y refirió —mientras se ajustaba la larga correa que le ciñe el voluminoso abdomen— que se aficionó a beber desde cuando se hizo periodista. ‘Los periodistas —dijo sonriendo— tenemos que aguantar tanto que sólo nos calma la bebida’”.
Como dice el periodista alemán Wolfgang Stock —quien acaba de publicar el libro Cabo Blanco. Mit Ernest Hemingway in Peru, donde hace un relato pormenorizado de los 36 días que Hemingway estuvo en Perú— que este retrato malicioso de la prensa tal vez tuvo que ver con el sentimiento antimperialista y antinorteamericano que había en aquellos años en el Perú; aunque hay que hacer la salvedad que este periódico era conservador y apoyaba la inversión estadounidense.
La crónica de Donayre es extensa y da cuenta también del primer día de pesca en el mar peruano y que los dos trofeos del primer día fueron unas enormes corvinas, “con un poco más de suerte habría cogido un gran merlín”, dijo Hemingway a los periodistas aquel día; y curiosamente hizo referencia a la suerte, como una especie de premonición a lo que pasaría días más tarde.
Por Omar Zevallos / @omarzev