Como si se tratara de una metáfora del ritual del buitre, la carroñera ave que vuela en redondo cuando percibe los olores putrefactos de la carne corrompida de los cuerpos sin vida, la sociedad asiste cada vez con mayor contundencia a escenarios de violencia en la que la peor parte la pagan las víctimas, destinadas al segmento vulnerable, desechables todas.

La sociedad condenó e indignó en todo el país por la muerte en condiciones aún sospechosas de la joven Debanhi Escobar, en Nuevo León. Sin embargo todo parece empeorar cuando la teoría del péndulo de la historia se confirma.

La tristeza, indignación y enojo social por la pérdida de vidas en esas condiciones son estampas de horror que, con matices de lugar, momento y violentadores, se repiten.

En Puebla apenas sabemos que tres personas originarias de Santana Xalmimilulco en Huejotzingo, responsables del homicidio múltiple de cuatro jóvenes en febrero de 2020, recibieron un sentencia de 68 años por los delitos de homicidio y robo de vehículo.

Es altamente probable que los sentenciados alcancen la libertad con más de 90 años de edad, si es que la vida les alcanza. Eso confirma que tras de una tragedia nadie gana, sino al contrario: todos perdemos.

El sistema de justicia en México están diseñado para que a través de condenas punitivas, se busque persuadir a la sociedad para evitar cometer delitos análogos, no se ha conseguido tras los hechos consumados.

El caso que nos ilustra es el del encarcelamiento de Manuel Forcelledo Nader, un integrante de la socialité poblana a quien le impusieron en 2021 una pena de 76 años de prisión por los delitos de feminicidio, aborto y violación equiparada, en contra de su novia Karla López.

Era el año 2014 y Forcelledo Nader tenía al momento de cometer el crimen 28 años de edad. Como el caso de los homicidas de Huejotzingo, es probable que alcance la libertad pasados los 100 años, si es que aún tiene vida.

La idea de que como sociedad caminamos en redondo para llegar al mismo punto se consolida cuando se revisan casos de violencia en retrospectiva. La esperanza se diluye por el poco avance en términos de madurez y conciencia.

Los nombres de las víctimas se acumulan , como sucede con los años de sentencia que no impiden que se sucedan uno sobre otro, casos como el de la joven Debhani en Nuevo León.

El caso de Mara Fernanda Castilla Miranda refrenda esa condición. Víctima de abuso sexual y feminicidio, motivó una enorme indignación social en septiembre de 2017 y su victimario, un conductor de un auto de alquiler de plataforma digital, Ricardo Alexis recibió una pena de 50 años.

El acto inaugural del tenebroso ritual de la era moderna pudo haber ocurrido con el secuestro y homicidio de una joven egresado de la UPAEP, Marisol Catalán Zamora, víctima de la crueldad de su propio círculo social universitario.

Fue ejecutada con un arma de fuego que uno de sus captores, José Amador, obtuvo por 3 mil pesos en el mercado Hidalgo en enero de 2001. La amiga de Catalán, Kariana Velázquez, José Osiris -novio de Kariana- y Amador recibieron una sentencia de 76 años de prisión.

Hace 21 años que están recluidos. Osiris y Kariana contrajeron nupcias dentro del penal, pero el matrimonio deberá quedar así pues a los tres aún les falta purgar más de medio siglo por la estúpida idea de poder obtener 400 mil pesos de un secuestro frustrado.

Como el resto, probablemente sepan del sabor de la libertad a los 90 años, con dolor y males de la senilidad, sin la luz por vivir. Nada hemos aprendido.

 

@FerMaldonadoMX

Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado