El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, se erigió una estatua en su nombre en la sede del gobierno, mientras que el hijo menor de Andrés Manuel López Obrador, Jesús Ernesto, fuma un puro en una oficina de Palacio Nacional, según la narrativa de la derecha en México.
No es muy inteligente la campaña orquestada desde la trinchera opositora, pero en ambos casos alimentó por horas la conversación en redes sociales detrás de las cuales anida una masa uniforme, irreflexiva pero estentórea.
En el caso de la supuesta estatua del poblano, hacía falta conocer dos aspectos para entender que una efigie del personaje y lugar de su colocación era absolutamente imposible.
A Barbosa Huerta se le puede cuestionar su carácter irascible y su condición proclive a llamar a las cosas por su nombre, a riesgo de incomodar a sus interlocutores, aún y cuando ha dado muestras evidentes de tener inclinación por los desposeídos.
Una columna escrita por el autor el último día de julio de 2021 definió a este político de izquierda de trato áspero y tono firme como el Regañón de Casa Aguayo (https://www.parabolica.mx/2021/columnas/parabolica/item/8285-el-reganon-de-casa-aguayo).
Fue tal el ruido y la ola concéntrica de la versión de la existencia de una escultura auspiciada por el propio servidor público que tuvo eco en medios nacionales, sin detenerse a verificar la especie.
No es la primera vez que Barbosa es blanco de una campaña orquestada desde oficinas o rincones anónimos para luego ser replicada en medios y plataformas informativas, que sin ánimo para confirmar el trascendido en turno, lo amplifican.
Al inicio de su mandato, como ocurrió este martes, tuvo que grabar un mensaje y postearlo en sus cuentas de redes para desmentir una presunta hospitalización en un fin de semana que lo había puesto al borde de la muerte.
La publicación en la cuenta de Twitter de Carlos Torres, un personaje menor, tenía la intención de desinformar y desvirtuar, como ha sucedido en el pasado reciente.
Lo mismo ha sucedido con López Obrador, a quien un día sí y al otro también le publican versiones tan demenciales como que en la campaña de 2018 recibiría financiamiento de Moscú, el demonio comunista de los conservadores, según dejó ver un rabioso detractor como Javier Lozano, echado del paraíso del manejo mañoso del presupuesto público.
De los correligionarios y gobernadores con los que cuenta el presidente, es probable que sólo el poblano conozca de principio a fin el ideario de la izquierda y la forma de ejercer el poder desde esa filosofía política.
Es en esa lógica que se puede entender, también forme parte de los dardos que con ponzoña política mandan desde el anonimato, o detrás de interpósitas personas que rentan plumas y plataformas que satisfacer al cliente en turno.
Otra demencial detractora es Paola Migoya, la frustrada aspirante a candidata de Morena, que la tarde de martes también difundió en listas de WhatsApp una expresión aspiracional: “ahora que sea gobernadora lo primero que hago es fundirla (la inexistente estatua) y hacer una de Martha Erika”.
@FerMaldonadoMX
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado