Por Sommelier Michelle Carlín
Cuando empezamos en el mundo del vino vamos completamente a tientas tratando de encontrar una luz que nos guíe sobre lo que podemos hallar una vez que decidamos invertir nuestro dinero en una botella; es muy importante empezar por definir qué nos dice, por eso aquí te dejo una pequeña guía:
La cápsula, que es ese capuchón que cubre el pico de la botella, sirve principalmente como protección para el tapón y puede ser de diversos materiales. Es importante checar que no esté violada para garantizar la integridad del vino.
El sistema de cierre puede ser muy diverso, desde tapones de plástico, corcho natural y tapas de vidrio hasta tapa rosca, todos son completamente aceptables –ya hablaremos en otra ocasión la razón de cada uno–, sin embargo, piensa que, independientemente de cual sea el que se use, ninguno deberá mostrar evidencia de escape de vino, pues esto hablaría de cambios de presión dados por la temperatura exterior que hizo que se botara el líquido. Lamentablemente esto sólo lo veremos llegando a casa; si el vino lo presentara, en la mayoría de los casos, puede haber cambios en las tiendas especializadas.
La forma de la botella es muy curiosa, si posee hombros se relaciona en ciertos casos porque el vino puede evolucionar y los sedimentos de su evolución se pueden precipitar en el fondo de la botella y en el momento del servicio se quedarán detenidos por esos hombros; si no los posee usualmente está más relacionado con que son vinos que no generarán sedimentos, pues no están pensados para guardarse.
El tamaño de 750 ml es estándar: nos permite tener aproximadamente unas 5-7 copas, dependiendo de cuan generosos seamos. Podemos encontrar formatos diferentes de acuerdo con las necesidades, lo cierto es que si deseas consumir un vino de forma inmediata los vinos de formatos más pequeños o iguales a 750 ml son los ideales. Si deseas que tu vino tenga una mejor y más lenta evolución en botella (hablando de grandes vinos de guarda), las botellas iguales o más grandes a formatos de 750 ml son perfectas, pues el oxígeno se distribuye entre más líquido, lo cual lo hace menos susceptible a la oxidación y hace la evolución súper lenta.
El color de las mismas es toda una cuestión de protección solar, puesto que la vida de anaquel de vinos en el mejor de los casos debería transcurrir en lugares oscuros; pero aceptémoslo, están para venderse y son pocos los lugares que cuidan los detalles de iluminación.
Por último, la etiqueta es la carta de presentación del vino real. Independientemente del diseño, menciona muchas cosas importantes como el año cuando se cosechó la uva (si no lo muestra ni en la etiqueta ni contra etiqueta, significa que es un vino de mezclas de años que no cubre con los mínimos para poner un año fijo), y esto nos ayuda para hacer una compra responsable basándonos en la edad, menciona el nombre del productor, el lugar de donde proviene y en casos particulares menciona la uva.
La contra etiqueta muestra en ocasiones referencias a temperaturas de servicio o incluso alimentos genéricos para acompañar con el vino si se trata de vinos de importación muestra datos informativos, en ambos casos deben estar en excelentes condiciones no mostrando presencia de humedad, moho, roturas.
Así es que la siguiente vez que compres una botella de vino, de la misma forma en la que analizas el melón o la sandía del súper en busca de la ideal –desde el punto de su madurez y estética–, date el tiempo de detenerte a leer un poco de lo que la anatomía de la botella tiene que decirte, o incluso ¿Por qué no? Date el tiempo de seguir los códigos QR que muestran más información.
Y recuerda que el día de hoy no estás solo en cuestión de elegir un vino en el mar de información disponible, solo hay que saber leer la anatomía de...