En Bradford, en el norte de Inglaterra, un flujo constante de personas se dirige al banco de alimentos, impulsados por la peor crisis de costo de vida en décadas que ha hecho temer un invierno devastador.
El banco de alimentos de esta antigua ciudad industrial de 500 mil habitantes tiene el doble de beneficiarios que antes de la pandemia.
Simon Jackson, un desempleado de 43 años que recibe un subsidio de salud desde febrero dijo: «Es difícil este momento».
Después de pagar las facturas, no le queda mucho de las 900 libras en ayuda alimentaria mensual. El aumento en los precios solo empeora las cosas.
«Lugares como este (banco de alimentos) le salvan a uno la vida» y «realmente ayudan a tomar decisiones, a veces entre la calefacción y la comida», agregó.
Según la organización benéfica Trussell Trust, sus más de mil 400 centros afiliados han distribuido 2.1 millones de paquetes el último año, 830 mil de ellos para niños, 14% más que antes de la pandemia.
En el centro de Bradford, las distribuciones se realizan tres veces por semana y se limitan a tres paquetes cada seis meses para satisfacer la demanda. Hay productos básicos como cereales, sopas, conservas, pasta, verduras, galletas, azúcar, té y café.
El punto de distribución existe desde 2011 y es uno de 30 en la ciudad. Atiende a unas mil personas por mes, según la directora Josie Barlow.
La población de la urbe es la quinta más desfavorecida de Inglaterra en términos de ingresos y la sexta más necesitada de empleo, según el último índice gubernamental de la pobreza, publicado en 2019.
AR