A lo largo de la historia, el hombre se ha desplazado fuera de su lugar de origen por diversas razones. Nuestra época se caracteriza por los movimientos migratorios forzados, los cuales han alcanzado grandes proporciones y tienen un gran impacto en la política interna e internacional. Entre estos movimientos destacan los migrantes económicos, los refugiados, los desplazados internos y la trata de personas.
Es una realidad que los movimientos migratorios se han salido de control, por lo que es indispensable que el Estado elabore políticas migratorias.
Aunque las migraciones hacen referencia al derecho fundamental de circular libremente, los Estados tienen el derecho y el deber de establecer normas que regulen los movimientos migratorios. Dichas normas deben tomar en consideración los derechos humanos de los migrantes y las condiciones para llevar una vida digna. No obstante, uno de los problemas al elaborar las políticas migratorias es que sus objetivos se han centrado en el oportunismo de algunos políticos, la falta de información objetiva y la tendencia al prejuicio.
Además, la percepción de las sociedades sobre estos flujos migratorios, que suele ser negativa, se expresa en expectativas sobre la manera en que se debe legislar y gobernar la temática migratoria. Por consiguiente, se han desarrollado políticas de rechazo al migrante y de exclusión social.
En este contexto, se desprecia al migrante y se olvida que es un ser humano con derechos fundamentales. Estas personas se encuentran en una situación de vulnerabilidad y suelen ser víctimas de violencia motivada por la discriminación. Por ello, es importante comprender que las personas no se exponen voluntariamente a riesgos y dificultades. Las raíces dan identidad y, por lo general, el hombre no abandona su lugar de origen si no está forzado a hacerlo. Por naturaleza, el hombre es un ser sedentario y el viaje significa sacrificio, esfuerzo y cansancio. Como menciona Ryszard Kapuscinski, el encuentro con “El Otro”, con personas diferentes, desde siempre ha constituido la experiencia básica y universal del ser humano. Esos desconocidos constituyen una de las fuentes más ricas de nuestro conocimiento del mundo en el que vivimos.
La política de construcción de muros, muy común actualmente, podrá dar tranquilidad momentánea, pero está condenada a fracasar. Es indispensable que se desarrollen políticas migratorias basadas en análisis objetivos que tomen en cuenta las necesidades tanto nacionales como internacionales. De igual forma, deben promoverse políticas y proyectos que fomenten la tolerancia e integración. Todo esto en un contexto donde se respete la dignidad humana que es intrínseca a todo ser humano.
Finalmente, se debe tener en cuenta que las políticas migratorias pueden actuar sobre las consecuencias de ciertos flujos migratorios, pero no podrán modificar sus causas estructurales.
Por Alessia Ramponi / @aleramponi