En el anticipado proceso de sucesión de los principales poderes públicos en 2024, el diputado federal panista, Mario Riestra Piña, dio el primer paso, en dos vías, para pelear la candidatura a la presidencia municipal de la capital de Puebla.
El legislador ha sido pertinaz aspirante a ocupar esa responsabilidad pública, incluso desde que comenzó su ascenso en la actividad pública con el fallecido Rafael Moreno Valle Rosas, a quien la familia completa debió encumbramiento.
La semana pasada levantó la mano para que su partido, Acción Nacional, y acaso la alianza con el PRI y PRD, lo tomen en cuenta en ese anticipado y accidentado proceso interno del que aún no existen definiciones.
Notorio que haya levantado la mano, no fue el gesto más significativo por obvio y esperado. Más bien se debe poner atención en el pronunciamiento hecho para revisar lo realizado en el gobierno de Antonio Gali Fayad, otra creación del morenovallismo, tras el sismo de 2017.
Riestra y Gali formaron parte de las guardias pretorianas del gobernador fallecido, coequiperos y conocedores de los usos y costumbres de una gestión marcada por el latrocinio, la frivolidad y los excesos públicos.
La petición por hurgar en el breve periodo en el que Gali Fayad debió atender las urgencias de una sociedad dañada por ese lastimoso periodo tras el sismo, junto con Gerardo Islas Maldonado, entonces titular de Desarrollo Social, tiene dos lecturas inmediatas: el deslinde de ese clan político y anular a los competidores visibles.
Visto en retrospectiva, haber formado parte de ese grupo político casi extinguido tras la trágica muerte de Moreno Valle y de su esposa, Martha Erika Alonso, en diciembre de 2018, no es redituable ni conveniente.
En el imaginario es casi general el rechazo a la ostensible forma de ejercer el poder público entre 2011 y 2018, y a sus integrantes a quienes por lo general se les tiene por haber impulsado una clase cleptocrática.
El tufo también tiñe, dicta la lógica. Desmarcarse de ese periodo en la historia de la entidad es indispensable para aspirar, con solvencia, a la competencia interna en la que ya se han apuntado otros dos perfiles.
Uno de ellos, el coordinador de la bancada panista en el Congreso local, Eduardo Alcántara Montiel, identificado con el grupo de Genoveva Huerta Villegas, la exlideresa panista llevada a esa posición por Eukid Castañón, imputado de diversos delitos y preso en una cárcel federal en Durango.
Con más independencia política, Alcántara Montiel ha extendido sus puentes con otras corrientes o grupos en el PAN y otros liderazgos para construir el consenso que le permita aparecer en la boleta en dos años más.
En esa misma lógica está el presidente del Partido Revolucionario Institucional, Néstor Camarillo Medina, otro de los tres treintañeros en la ruta de la búsqueda por la nominación de la coalición opositora a Morena.
Sus números lo hacen sentirse confiado por pelear la candidatura a la presidencia municipal, pues se da por sentado que la carta por pelear la gubernatura será para el Partido Acción Nacional. Negarle ese derecho pondrá en riesgo la alianza futura, así que con la instantánea de hoy es incierto predecir el desenlace.
@FerMaldonadoMX