A menos que la relación vuelva a los sótanos inconfesables de una simbiosis incestuosa que mantuvieron PRI y PAN antes de la consolidación de la alianza Va x México para pelear el poder a Morena, no existen elementos objetivos para suponer que Puebla sea ínsula para el romance bipartidista, virtualmente roto por Alito Moreno Cárdenas.
En lo que pareció un anticipado y abrupto control de daños, el dirigente del Partido Revolucionario Institucional, Néstor Camarillo Medina, anticipó un “goza de cabal salud” la maltrecha coalición electoral entre el tricolor y el albiazul para la elección en 2024.
No habían terminado de resonar las palabras de su dirigente nacional en la Ciudad de México, en donde ratificó la determinación de su partido por el cambio de timón en la Legislatura, cuando Camarillo en Puebla anticipó un juicio de valor que pareció más dogma de fe.
Ante los ojos de Morena, el muy disminuido líder priista en la Ciudad de México cumplió la cuota que se le impuso para frenar la operación política empujada en dos vías: le mediática, con la constante revelación de los audios inescrupulosos desde su tierra en Campeche.
La otra, por la vía jurídica, pues pende sobre su cabeza la guillotina legislativa con el proceso de desafuero a petición de la Fiscalía General de Campeche, para que enfrente un juicio por el delito de enriquecimiento ilícito.
Las olas concéntricas del cambio de rumbo con la determinación de apoyar la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador no han sido debidamente sometidas al análisis en el interior del país.
Ni siquiera las dirigencias partidistas en el Estado de México y Coahuila, las dos entidades que enfrentarán el reto de las urnas el próximo año, han podido medir con precisión la decisión priísta y su primera consecuencia, la suspensión temporal de la alianza Va x México.
Sólo la dirigencia tricolor en Puebla parece ignorar el timo con el que sus aliados se han encontrado en las últimas horas, no obstante las reiteradas advertencias de quienes desde dentro del panismo anticiparon este escenario, tras haber comenzado una relación política frágil que descansó sobre intereses más que en principios.
La recomposición de esa coalición será tan dificultosa como la relación entre dos -PRD no figura ya por la nula militancia, base social y capital político-, luego de que uno de los dos decidió por la infidelidad que ofende la palabra y el acuerdo.
Quebrantada, la confianza se ha roto en el momento menos oportuno, porque el diálogo con la base electoral de Va x México está fragmentado. La contundencia del mensaje por la no militarización terminó por desvanecerse.
No existe aún la métrica suficientemente confiable para dimensionar el impacto negativo del que la oposición tuvo que acusar recibo.
Los damnificados en Puebla están a la vista: las dirigencias partidistas de Camarillo y Augusta Díaz de Rivera, en el PAN; la comparsa perredista y los “abajo firmantes” de intereses de grupo disfrazados de proclamas sociales, entre quienes se encuentran las cámaras empresariales.
Como cortesano, el PRI determinó cambiar de alcoba por quien mejor paga ofreció, que para el caso, la moneda de cambio fue un asomo de libertad y no los malos humores de la barandilla y el encierro carcelario.
@FerMaldonadoMX