Era una casa como cualquier otra, sólo había una televisión en la sala reservada para los canales de la abuela y una ventana grande que daba al río.
Ahí se conjuntaban todo tipo de conversaciones, en las mesas sobrepuestas del domingo, los lugares simulados y hasta en las escaleras donde sentaban a los niños.
Era una familia bohemia, se discutía todo entre gritos, nadie reparaba en contar lo que pensaba, había millones de relatos que surgían en cada nuevo episodio de platos de comida, tazas de café y vasos de cerveza.
Era la danza de tías y de niños, el baile ordenado de una familia mexicana tradicional, con un poco de fuego al fondo. De pronto, todo era silencio cuando el abuelo hablaba.
El viejo, como le decían sus nietos, había sido un acérrimo amante de las películas desde que vio el cine por primera vez en el centro de la ciudad, cuando tenía ya unos 30 años de edad.
Desde entonces no cesaba en sus cuentos sobre los hombres detrás de la pantalla. Contó que vio a Miguel Alemán inaugurar las vías y que lo vio detrás de esa pantalla y con palomitas.
La temporada de películas está cambiando, era una frase común de escuchar en los pasillos de aquella vieja casa y fue una de las pocas cosas que le escuché decir.
La frase, muy usada por el jefe de aquella familia, se refería al momento en el que algún hecho, ya fuera del clima, en las noticias o en la familia, hacía pensar que una época nueva estaba por llegar.
El primer frío que se dejaba sentir cerrando octubre y sacaba el atuendo invernal, porque “la temporada de películas había cambiado”, un mareo en una de las primas y auguraba con mucho atino un cambio de estación en aquella familia.
Lo mismo para la política, cuando sonó que Miguel De la Madrid sería el sucesor de José López Portillo, se levantó de la mesa sin voltear y se escuchó decirle lamentándose: “esta temporada no quiero ir más al cine”.
Dejó de existir en este plano por allá de los años 90 y su partida también cambió la vida para todos. Fue la primera vez que la familia se acerba a la muerte y hubo varios que no lo tomaron a bien.
Mientras tanto, a cada adversidad, a cada crecida del río se decían los unos a los otros que algo nuevo e inesperado estaba por venir. Esa es la historia que me contaron, quizás para reconfortarme sobre lo rápido que vuelca la vida.
Desperté hace un par de días con las noticias del país y un viento de cambio soplaba. No sé si era para mal o para bien, pero hay una nueva temporada de películas en ciernes y no hay forma de pararla.
No es que un viento nuevo suena en lo que pasa en el país, pero se aprecia que hay una nueva química rondando los pasillos de los palacios gubernamentales, las oficinas de gobierno y hasta los pasillos de los corredores.
En Puebla no es la excepción: cambios vertiginosos, protagonistas con la espada desenvainada y un reto al debate, no visto antes con tal alevosía ni con tal libertad.
La temporada de películas está cambiando, como decía aquel abuelo, y ya estamos ansiosos por contar lo que pasará en ella.
@Olmosarcos_