La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Conocí a Pedro Plaza en una disco de la avenida Juárez a principios de los años noventa.
Él trabajaba con el empresario Tony Kuri, padre del hoy dirigente del Partido Verde en Puebla.
Pedro caía bien de entrada por su carácter abierto.
Sus largas carcajadas eran sinónimo de fiesta y buen humor.
Supe que era panista y me pareció rarísimo.
Ubicaba a los panistas detrás de un mostrador en el estilo de don Julio Hernández, dueño de una papelería llamada Delta, en el Portal Zaragoza de Huauchinango.
Por eso cuando Pedro Plaza me dijo que era panista me pareció que estaba fuera de lugar.
Y es que yo lo veía más como priista.
Con los años me lo volví a encontrar con su excelente —siempre— sentido del humor.
No éramos amigos, pero me daba gusto encontrarlo.
Por amigas comunes supe que sus posturas en temas controvertidos estaban más cerca del liberalismo que del conservadurismo.
Eso me hizo preguntarme nuevamente: ¿qué hace Pedro con esas ideas en el PAN?
En 2010 me tocó entrevistarlo varias veces en Operación Periodista, un programa radiofónico que se transmitía por la 10.10 de AM.
Estaba muy entusiasmado por la campaña de Rafael Moreno Valle y, en corto, se burlaba del evidente marinismo de Ana Teresa Aranda, quien, por entonces, y al decir del panista Carlos Ibáñez, recibía jugosas maletas de la mano de Javier López Zavala en la colonia Condesa de la Ciudad de México.
(Dinero marinista para vulnerar a Moreno Valle. Parece un Dejà Vu. No lo es).
Moreno Valle ganó y Pedro celebró como loco.
(Por cierto: la tarde del triunfo, convertido en un eficiente cadenero en el Presidente Intercontinental, el hoy senador Miguel Barbosa consiguió que yo entrara a hacer la crónica de la celebración del triunfo).
Ahí estaba Pedro abrazando a todos y echándole porras al candidato ganador.
Durante la transición siguió yendo al programa.
Como virtual director del Fideicomiso de la Reserva Territorial Atlixcáyotl-Quetzalcóatl.
Y fue intermediario para que quien esto escribe publicara un cuasi decreto que daba luz verde a los marinistas para vender a mansalva una barbaridad de predios a unos días de que terminara el sexenio.
La publicación frustró la venta de garage.
Pedro rindió protesta como funcionario morenovallista y no regresó al programa.
No supe más de él durante mucho tiempo.
Un boletín dio cuenta de su salida del Fideicomiso.
Hace algún tiempo lo reencontré en Twitter.
Lejos ya del morenovallismo exacerbado, Pedro se había convertido en un antimorenovallista... exacerbado.
Sus tuits eran ácidos.
Sin contemplaciones.
De pronto empezó a elogiar a Ana Teresa Aranda y a retuitear sus críticas al “Tirano”.
(En esta película el “Tirano” no era Marín, sino Moreno Valle. Marín era, faltaba más, el gobernador democrático, amigo y protector de los “verdaderos” panistas).
Ya en 2016, en pleno proceso electoral, Pedro Plaza se fue radicalizando.
Juré que estaría apoyando a Ana Tere: la marinista-zavalista más conspicua de la región.
Incluso cuando subió un video a You Tube —vomitándose sobre Moreno Valle—, creí que pronto nos dejaría ver que lo suyo era la Candidata Dependiente.
Unas cuantas líneas en Facebook publicadas recientemente me hicieron ver que vivía en el error.
Y es que Pedro Plaza escribió que como ni Ana Tere ni Abraham Quiroz, ni Roxana Luna tenían posibilidades de ganar lo mejor era votar por Blanca Alcalá Ruiz.
Tal cual.
Recordé al Pedro priista que conocí en los noventa y me dije que uno siempre regresa a sus orígenes.
El antipriista se había convertido en priista.
En priista–marinista.
Y es que el PRI poblano siempre estará ligado al gobernador aunque se dediquen a negarlo todos los días.
Un amigo —al que le doy la gracia del anonimato pese a que no me la pidió— me dijo que el divorcio de Pedro con el morenovallismo data de los tiempos en que estuvo al frente del Fideicomiso.
“Lo primero que Plaza hizo fue subirse el salario. Lo mismo a su gente de confianza. Esa política de sobresueldos no autorizados llegó a oídos del gobernador. Fue despedido y tuvieron que regresar el dinero. Ahí vino la ruptura ideológica. Y todo por un vulgar asunto de pesos y centavos. En todas ha estado del lado opuesto. Se la jugó con Ernesto Cordero (ante Gustavo Madero), con Javier Corral (ante Ricardo Anaya) y hoy se va con Blanca Alcalá. También su apuesta a un vulgar asunto de pesos y centavos”.
Al momento de escribir esta columna viene a mi mente esa disco de la Juárez en la que conocí a Pedro Plaza.
Con esa imagen me quedo.