El libro con que el escritor poblano ganó  el premio Xirau Icaza está inspirado en un puñado  de oficios a ras de suelo

 

Por Mario Galeana
Si sus hijos no saben responder a qué se dedica, posiblemente usted tenga un oficio triste. Y muy posiblemente, también, el poeta poblano Miguel Maldonado haya escrito sobre su oficio desde “sus propios ojos, desde sus circunstancias diarias”

El libro de los oficios tristes (Monte Carmelo, 2015) hace un recuento sobre la circunstancia “nostálgica o melancólica” de las labores con las que se decide ganarse FOTOla vida, con el perdón de Alejandra Pizarnik, que ya ha calificado como “idiotas” a quienes hacen uso de esta frase: ¿ganarse la vida?, preguntaría la poeta argentina,¡si trabajar para vivir es más idiota aún que vivir!

Desde la cajera hasta el carbonero, Maldonado escribe con ojos que no son suyos, con los “ojos del otro”.

Con oficios que ejerció hace tiempo pero que no ha olvidado, él mismo ha puesto parte de sí en la obra, elegida por Juan Villoro y Adolfo Castañón ganadora del Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza 2016.

Como El Lavaplatos, que “es el último/ en la cadena alimenticia/ Se come a veces/ las mitades de pastel/ dejadas por muchachas arrepentidas del azúcar/ De los arrepentidos es el pan de lavaplatos”.

El libro de los oficios tristes viaja desde las cocinas grasientas de algún restaurante decadente, hasta las minas de carbón.

Se desliza hasta las construcciones para retratar a sus trabajadores, y luego va y escucha la pregunta que el nieto lanza al abuelo, frustrado pintor convertido en El Rotulista, que “dibuja siempre/ llantas inyecciones y tornillos/ en vez de siluetas/ corazones/ y paisajes”.

Pero, en todo caso, aquellos que cargan con Los Oficios Tristes, “se vuelven grandes sabios/ y no culpan a nadie/ por no querer lo que han tenido”, aun cuando tienen hijos a los que no saben responder “la incómoda pregunta que llega siempre/ ¿A qué se dedica tu padre?”, como versa el poema que da título y abre la obra de Maldonado.

 

El libro de los oficios tristes fue escrito de cuerpo completo en África, allá por 2008, mientras Maldonado fungía como diplomático mexicano. No muy lejos estaban los tiempos en que Maldonado recibía clases del escritor Enrique de Jesús Pimentel, ahí en la extinta sede en Puebla que tenía la Sociedad General de Escritores en México (Sogem).

La experiencia –que incluye lo vivido, lo visto y lo imaginado– empujó al poeta poblano a narrar, en cada poema, episodios fugaces de vidas laborales.

ÁNGEL FLORES/ARCHIVO ES IMAGEN
ÁNGEL FLORES/ARCHIVO ES IMAGEN

Podría afirmarse que con cada poema persiste la sensación de atisbar fugazmente fragmentos de vidas que no son nuestras, pero que terminan siéndolo.

“Algunos de los oficios narrados en los poemas de este libro son oficios que yo ejercí, en los que trabajé. Algunos, sí, vienen de la experiencia directa. Pero otros, del ejercicio de comprensión y compasión frente al otro. Hice el intento de ponerme en los ojos del otro y entender su trabajo, su actividad”, asegura.

La literatura, añade Maldonado, podría dividirse en la que construye puentes y en la que forja diques. Su libro galardonado esta vez, considera, se encuentra en el primer grupo.

“La literatura nos acerca a los otros. Es una manera de entender, ver y comprender al otro. Hay literatura que fabrica la indiferencia, el distanciamiento. Y otra que hace puentes. Esa es la que yo escribí aquí”,
sostiene.

¿Quiénes podrían hacer literatura de diques? Quizá Los Patrones Mezquinos, que “Sólo merecen que se les exhiba/ en los títulos de los poemas/ Nunca será de ellos/ ningún verso.”

 

 

¿Quieres leer el libro que ganó el premio? En este link hay un fragmento

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