El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, deshonró su responsabilidad partidaria en reiteradas ocasiones, respecto a Puebla.

La más reciente ocurrió en su inútil alegato por evitar que el Congreso, en ejercicio de su soberanía, votara casi por unanimidad para designar a Sergio Salomón Céspedes Peregrina como gobernador para continuar con el trabajo realizado por Miguel Barbosa, fallecido el 13 de diciembre pasado.

Se trata de una conducta que refleja una patología, padecimiento que no es único de Delgado, sino de la generalidad en la clase política que suele disimular, por conveniencia, yerros del pasado inmediato.

La sola cita del pasaje reciente explica el desprestigio y repudio que cosecha este personaje, a quien la prensa nacional lo distingue como gerente, más que el líder de un partido en el poder.

“Ojalá y nuestros diputados en Puebla tengan tantito respeto por la memoria de nuestro compañero Miguel Barbosa que todavía no es sepultado y ya quieren nombrar gobernador sustituto”, expresó a través de su cuenta de Twitter la noche del miércoles a las 22:44 horas.

El esfuerzo fracasó, porque los integrantes del Legislativo poblano votaron en amplia mayoría ante el riesgo de una imposición indeseable que ponía en riesgo la estabilidad del territorio.

No era el reclamo de un dirigente con autoridad moral por la memoria de un correligionario, ciertamente de mayor dimensión, sino la intentona por imponer, desde el centro, a un pernicioso personaje como Ignacio Mier Velazco.

Las pruebas incontrovertibles de la innoble conducta de Mario Delgado están plasmadas en su comportamiento majadero frente al fallecido Miguel Barbosa, aún en vida.

No se puede interpretar de otra manera cuando Barbosa fue agraviado con un acto público que fue ampliamente documentado el sábado 27 de agosto cuando llegó a la capital de Puebla el lenguaraz Delgado.

Sabedor de que se trataba de una majadería para quien conducía las riendas del estado, validó las aspiraciones del coordinador de los diputados federales en un evento público propio del priísmo de la década de los ‘80 del siglo pasado, con todo y acarreados al “informe” de un diputado que llegó a la curul sin un solo voto ciudadano.

Al invocar respeto por la memoria del gobernador fallecido, reiteró su conducta mañosa de acomodar las circunstancias según la conveniencia del momento.

“Muy tristes, consternados por la muerte de nuestro amigo. Fuimos compañeros senadores y lo acompañamos en la lucha por llegar a Puebla y transformarla”, dijo en el colmo del discurso fácil.

No solo ofende, sino miente: Mario Delgado no movió un dedo para apoyar al entonces candidato de la coalición Juntos Haremos Historia en 2018, tampoco en la crisis postelectoral y menos en 2019, en la elección extraordinaria, a diferencia de Yeidckol Polevnsky que por esos tiempos dirigía ese partido político.

La ofensa política es la que Mario Delgado utiliza de manera recurrente, particularmente con quien hasta el martes condujo el gobierno de Puebla, en donde de manera descarada quiso imponer, sin éxito, a uno de los suyos.

 

Parabolica.mx

 

Fernando Maldonado