Con todas sus imperfecciones, la democracia mexicana ha ejecutado un espectacular salto mortal en unas cuantas décadas.

Hace apenas 40 años, hacía campaña por la Presidencia de la República un candidato sin competencia alguna en la boleta electoral: José López Portillo, del PRI, apoyado por el PPS y el PARM, los entonces satélites del partido oficial.

El PAN, plagado por la división interna, se había quedado sin aspirante presidencial, la única vez que ha ocurrido eso desde 1952. El comunista Valentín Campa contendía de forma testimonial, fuera del sistema de partidos.

Eran tiempos en que la sucesión presidencial se resolvía entre las cuatro paredes del PRI, que es un decir, pues la opinión del Presidente en turno solía pesar más que la de cualquier otro priista o sector de ese partido.

Gracias a algunos testimonios, orales y escritos, podemos ir más allá de la imaginación a la hora de reconstruir cómo se tomaba en aquella época la decisión trascendental sobre quién conduciría las riendas del país por los siguientes seis años.

El más reciente de ellos ha surgido de la mano de Augusto Gómez Villanueva, quizá el priista en activo de mayor edad a sus 86 años de vida.

Secretario de la Reforma Agraria durante el sexenio de Luis Echeverría, el aguascalentense Gómez Villanueva había sido mencionado en la lista de aspirantes presidenciales que –con la venia de Los Pinos– hizo pública el entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade.

El destape de José López Portillo como sucesor de Echeverría –anunciado en septiembre de 1975– es narrado por Gómez Villanueva en sus memorias, publicadas recientemente por editorial Porrúa y presentadas el sábado pasado en Aguascalientes.

Convocado a Los Pinos en momentos del inminente destape, Gómez Villanueva relata en su libro El campo que yo conocí. La tierra, los hombres, la política, que en el camino a la residencia oficial iba cavilando cómo conformaría su gabinete en caso de ser él el escogido.

“En la sala grande de Los Pinos, que el Presidente utilizaba como despacho, me esperaba con rostro impaciente y contraído”, relata Gómez Villanueva. “Cuando me vio, me saludó cordialmente, pero su rostro anunciaba que se trataba de algo importante”.

Sin mayor preámbulo, Echeverría le dijo que la situación del país hacía necesario que el candidato presidencial del PRI estuviese “muy familiarizado con la economía” y tuviese “muy buena relación con los círculos financieros mundiales y nacionales”.

Enmudecido por la noticia –pues personalmente consideraba que los favoritos para la sucesión eran Mario Moya Palencia y Hugo Cervantes del Río–, Gómez Villanueva escuchó enseguida al Presidente informarle que dejaría el gabinete para ayudar a López Portillo en su campaña electoral desde la Secretaría General del PRI, bajo el liderazgo de Porfirio Muñoz Ledo.

“Porfirio no salía de la sorpresa, casi no pudo hablar”, recuerda Gómez Villanueva. “Acto seguido, Echeverría nos comentó: ‘Aquí, justo en la biblioteca, está el licenciado López Portillo en espera de ustedes. Les ruego que pasen a saludarlo y él les comentará sobre los siguientes pasos que vamos a dar”.

Y añade: “Porfirio y yo no tuvimos ni un segundo para comentar. El licenciado López Portillo nos recibió afable, con una enorme sonrisa de satisfacción y cordialmente nos invitó a que aceptásemos participar con él en la bella aventura que íbamos a compartir (…).

“En ese momento, como si hubiésemos asistido a una boda (…) quedaron en Los Pinos, en la biblioteca presidencial, como azahares en el piso, todas, y para siempre, nuestras esperanzas y sueños de llegar a obtener la candidatura a la Presidencia”.

Dentro de año y medio o menos, quizá se viva otra escena parecida en Los Pinos. Uno de los presidenciables del PRI estará eufórico y los otros se alinearán y aceptarán lo que les tocó.

Claro, la diferencia es que, más allá de cómo se defina al candidato presidencial priista, éste no tendrá garantizada su llegada a Los Pinos, como López Portillo, sino tendrá que jugársela en la arena electoral, escenario que sin duda debe estar en los cálculos del actual Presidente de la República.

 

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