A él se le ve nervioso. Preocupado. Trae una sonrisa fingida y forzada. Los tiempos corren y la señal, “la pinche señal”, no llega.
Él y su equipo esperan que ya sea este viernes.
“Sí claro, el 5 de mayo que viene el presidente a Puebla. Todos verán que también me llama por mi nombre, que se tomará la foto conmigo o yo con él. Me abrazará el gobernador. Los secretarios me estrecharán su mano. Todos me verán. Habrá señales”, piensa mientras apenas se ve una pequeña sonrisa en su rostro, esta es de esperanza.
Una gota de sudor recorre su rostro.
Hace mucho calor.
Mientras tanto, en otro lado, al delegado se le ve sonriente, saludador. En tiempos de guerra nada como estar en el bienestar. Él, sentado frente a su escritorio, sonríe. Ve hacia el ventanal de la oficina, mientras espera algo, ¿qué?, no sabemos.
Suenan los teléfonos todo el tiempo:
—¿Qué pasó?, le pregunta a su secretaria.
—Vienen de tal municipio.
Sonriente el secretario responde: “dígales que pasen”.
Se levanta abre los brazos y grita: “¡mi presidente, chingá!”, “¿A qué debo el honor?” Se abrazan. “Fulanita traiga unos cafés ¿o quieren refresco o agua? Aquí a mis amigos que vienen desde muy lejos”.
Se escuchan risas en esa oficina.
En otro lado, en algún lugar de la Ciudad de México, un funcionario estatal se toma una foto con Dulce Silva, la esposa de César Yáñez, ella es promotora de Sheinbaum aunque su marido es un fiel soldado de Adán Augusto López.
Cosas de las nuevos tiempos de la política. Uno aquí y otro allá, al final lo que ganen se irá para la misma bolsa.
Unos días antes, encabezó un mitin de estudiantes y anunció que él será quien lleve la voz cantante de Claudia Sheinbaum en Puebla. En mayo vendrá la gobernadora de la Ciudad de México. De ella, habrá noticias muy pronto aquí en la aldea.
Finalmente, otro personaje aparece primero en una postal en Palacio Nacional. Sonriente con el presidente de la República. Un día antes se reunió por más de tres horas con Guillermo Pacheco Pulido en un hotel tradicional de Puebla. Un día después, recibe la bendición del arzobispo poblano Víctor Sánchez Espinosa.
Todo esto ocurre y una mujer sentada en pleno zócalo de Puebla dice que ella será la próxima gobernadora, que fue perseguida, que le pusieron el pie para que no ganara, pero que esta vez toca gobernadora.
Allá muy a lo lejos, se ve una funcionaria federal que no tiene arraigo en Puebla.
Como diría Óscar Chávez: “desde el fondo de aquella montaña se divisa mi tierra”.
Dice ser poblana, pero es chiapaneca, no tiene nada de malo porque en Puebla no aplica la xenofobia, ya ven cómo le fue a López Zavala en el 2010.
Ella apuesta porque los que pelean se desgasten tanto que ella sea impuesta desde el centro del poder y todos se cuadren.
Los tiempos corren.
Mientras más se acerca la decisión final más nerviosos se ponen unos y más contentos se ponen otros. Todo es un juego de especulación en la prensa: no pierdan de vista a ‘x’ o a ‘y’. Es como la bolsa de valores, un día sube uno, otro día baja el otro.
Este rejuego subirá de intensidad.
Prepárense para la colisión.