24 Horas Puebla

Para ser el candidato no sólo hay que serlo, sino parecerlo. Quien resulta el favorito o favorita camina como tal, respira como tal.

Es difícil definirlo porque simplemente es.

—¿Qué es lo que trae? —pregunta alguien del respetable.

La lámpara del foro dirige la luz hacia quien pregunta, para identificarlo.  El del público sonríe y se levanta de su butaca. Tímidamente hace la “V” de la victoria con los dedos índice y medio para identificarse.

—Nadie a ciencia cierta lo sabe. Simplemente el candidato o candidata camina con confianza, con certeza. Está erguido o erguida. Los ojos le brillan de una manera distinta. Emana poder y seguridad. Es algo que no se ve, pero se siente, —es la respuesta.

En marzo pasado había un grupo de porristas (algunos periodistas, entre ellos) trató de manipular la percepción con que sería María Luisa Albores la candidata a la gubernatura de Puebla, pero su ilusión desapareció.

Ese grupo quedó descabezado.

A algunos de ellos no les quedó de otra más que irse a refugiar con Alejandro Armenta e intentaron mandar la señal de que ya era el senador, pero, nuevamente, algo pasó que se desinfló la idea de ellos (subrayen de ellos).

Prefirieron, entonces, irse por la línea. A la segura: Claudia Sheinbaum, quien ya trae la señal en todo el cuerpo. Sonríe, saluda, señala y hasta manotea y amenaza con la mirada al gobernador sonorense quien al sentir el power extiende sus manos y sus brazos, se hace ligeramente hacia atrás después de sentir el dedo flamígero de la aún jefa de gobierno de Cdmx.

Ahí sí no hay pierde con ella.

Lo cierto es que a nivel local aún no hay definiciones. Regresemos al pasado mes de marzo, en esas fechas un personaje que sabe mucho de política le dijo a este tunde teclas: “Aún no hay nada. El escenario se ve cada vez más complicado. No me atrevería a decir quién es. Me esperaría hasta junio”.

Ya llegó junio y ya comenzó la sucesión presidencial. En Puebla, los grupos se mueven en torno a Claudia Sheinbaum. Todos esperan que Adán Augusto López sea ese actor o Don King que le levanta la mano a la triunfadora y diga en público algo así como: “Por la unidad del partido y del país nos sumamos al proyecto de nación”. De ahí vendrán las demás taparroscas —o cómo les dicen— ah sí, corcholatas.

Regresemos a Puebla, aún no inicia el proceso de sucesión como tal, eso será después del 6 de septiembre próximo, pero lo que sí inició es el proceso de descarte. Aunque públicamente todos los que contienden asegurarán que traen las encuestas a su favor, poco a poco comenzarán a desinflarse los globos frente a la mirada del presidente: unos porque cometen errores, otros porque realmente no son lo que dicen ser.

 

Quienes juegan en este momento (el orden es como me voy acordando, no se hagan chaquetas mentales) son: Alejandro Armenta Mier, Olivia Salomón Vivaldo, Ignacio Mier Velazco, Rodrigo Abdala D’artiguez, Julio Huerta Gómez y Claudia Rivera Vivanco.

De hecho, ya comenzó el proceso de descarte de esa lista.

Sería un suicidio y un despropósito en este momento asegurar quien ya se ha resbalado, pero para entenderlo mejor, regresemos a la idea principal de este artículo: ¿quién camina con confianza, quien emana poder, seguridad y a quién le brillan los ojos?

Quién es el que menos golpea al adversario o hasta el momento no lo ha hecho.

Ya quítense la idea bisoña del más conocido. Hay algo más.

Para empezar, no hay que apostar por quién sí va a ser, más bien es al revés, hay que analizar quién no lo será y por qué.

Todo es por descarte.