Licencias, renuncias y relevos anticipados

Por: Isaac Emmanuel Palestina Duarte

Desde que inició el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) la oposición ha brillado por su ausencia. Se ha evidenciado como carente de imaginación y de posiciones ambivalentes que los han llevado a ensimismarse en sus eternos vicios, evitando transformarse y reestructurar su relación con la ciudadanía.

Los aliancistas de Va por México son básicamente los partidos del viejo régimen, producto de las concertaciones de la década de los 90 que permitieron el tránsito de un sistema de partido hegemónico a uno pluripartidista.

En particular el Partido Acción Nacional (PAN), hasta Felipe Calderón, fue un partido de cuadros, en el que se privilegiaba la formación política y la membresía era difícil de obtener, sus candidaturas se elegían por votación directa en internas cerradas, es decir, no podían participar sino los afiliados a esta institución.

Con este método Felipe Calderón logró imponerse ante Santiago Creel en 2006, para luego, robarse la elección frente al hoy presidente de México. Una vez en el poder, pervirtió los métodos de selección de candidatos del PAN e instauró la práctica de la imposición y el acuerdo en los oscurito a nivel nacional. Ese fue el origen en gran medida del morenovallismo y otras fuerzas políticas semejantes.

El Partido de la Revolución Democrática pretendía ser un partido de masas, plural, democrático y diverso, sus planteamientos fueron históricos, pero su acabose fue la dinámica estéril de sus corrientes internas. Esta dinámica y ese exceso de pluralismo sin mecanismos de protección que garanticen la gobernabilidad provocaron que los “Chuchos”, se apoderarán del Partido, o más bien de su burocracia.

Morena surgió debido a este rompimiento, el Lópezobradorismo encontró su expresión política en una dinámica de activación por encima de una burocracia. AMLO pretendió proteger esta dinámica instaurando una novedad como método de selección intrapartidista: la encuesta.

El sondeo en 2017 fue recibido con entusiasmo, salvo algunos damnificados por el criterio de la confianza y la identidad partidista; en posteriores elecciones las encuestas sufrieron una grave pérdida de credibilidad en la militancia y la ciudadanía, múltiples ejemplos sobran para enumerar.

Sin embargo, en el proceso electoral que se avecina hay una singularidad inusitada. Los sondeos son ahora un criterio tanto para el oficialismo como para la oposición. La diferencia radica en que mientras que en Morena se hará una encuesta amplia ante la ciudadanía, en la oposición será cerrada y para participar, se requerirá de un mínimo de 150 mil firmas, aún cuando en un inicio plantearon que el requisito sería de un millón. ¿Qué les hizo cambiar de opinión? ¿Cómo se replicará este proceso a nivel local? ¿Será que un aspirante a gobernador tendrá que juntar, ya no 150 mil firmas, sino solo 10 mil?