Por: Isaac Emmanuel Palestina Duarte
En la historia de México y sus cuatro transformaciones, los dirigentes históricos han optado por una política de conciliación para pacificar el país. Así lo hicieron con Agustín de Iturbide en la Independencia, con Ignacio Comonfort en la Reforma y con diversos actores de la Revolución Mexicana y posteriormente, la posrevolución.
En el proceso histórico que vivimos en México, la Cuarta Transformación, también se ha impulsado una política de conciliación y de desarticulación de la oposición reaccionaria; sin embargo, a nivel nacional se ha hecho con decoro y en un dinámica transparente, en los estados de la República, y en los municipios no ha sido así.
Puebla tiene varios escandalosos casos de personajes que en el pasado reciente fueron cómplices e impulsores de represiones, saqueos, especulación inmobiliaria y negocios al amparo del poder público que hoy se integran en el Gobierno del Estado, o peor, que buscan una candidatura del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) o algún partido de la Coalición Juntos Haremos Historia, a pesar de la resistencia de la ciudadanía, a pesar de la falta de credibilidad y en una dinámica muy lamentable, ya que, por alguna razón se está asumiendo este costo político sin mayor inmutación.
La política de conciliación del presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido como objetivo desarticular a la oposición, el mejor ejemplo de ello es la oleada de renuncias del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sin embargo, estos actores no se suman a Morena, ni mucho menos piden candidaturas por nuestras siglas, recibir, por ejemplo, a Osorio Chong sería algo impensable para el Gobierno de México.
En Puebla, aunque ha sido incómodo, y la sociedad civil, activistas, así como regidores, y legisladores locales y federales han manifestado su inconformidad con algunos nombramientos, fue hasta que el presidente declaró en su mañanera un “No queremos nada con esa gente”, para que se atendiera a la razón y se cambiará el planteamiento del nombramiento de un innombrable (perdón el juego de palabras).
Detengámonos a pensar en el malestar del presidente. ¿A qué gente se refiere? ¿Con quiénes no queremos nada? ¿Qué pensará el presidente de los “ambiciosillos” que ven en Morena una marca de rédito electoral para participar, aunque no comulguen con nuestra ideología y que en el pasado reciente, igual que Ardelio Vargas, fueron cómplices de fraudes con Mario Marín, Rafael Moreno Valle y hasta con Enrique Peña Nieto? ¿A quienes más no queremos en el movimiento según los términos del presidente?