El licenciado Fojaco anda muy desesperado porque con su estrategia de publicar encuestas y encuestas, cada semana, en las que aparece como el favorito a la gubernatura y como el más conocido entre los poblanos, aún no convence al presidente López Obrador.
El tiempo corre y no hay nada para nadie y Fojaco pensó que, para estas fechas, ya arrasaría, que lo demás que ocurriría sería puro trámite, pues una vez que ungieran a Claudia Sheinbaum candidata por Morena a la Presidencia de la República, en septiembre próximo sólo esperaría el llamado de Las Palabras Mayores.
No ha sido así.
Hoy por hoy, no hay nada para nadie.
Cuando Fojaco echa a andar su imaginación, piensa: “seguro me llamará el compañero Mario Delgado y me dirá: ‘necesito que vengas corriendo a ver al compañero presidente’”. Luego cambia la idea y se dice: “a lo mejor me habla por celular el licenciado Delgado (Mario) y me dice: ‘te comunico con tu amigo, licenciado Fojaco, te quiere saludar ya sabes quién”.
Así como van las cosas, el licenciado Fojaco no ha podido convencer a quien tiene que convencer para que un día le convoquen a comerse aunque sea, no un tamal de chipilín, lo de menos es eso, de perdida un jarocho o uno de dulce sin pasas.
La realidad es que últimamente no le ha ido bien, pese a que asegura que en todas las encuestas él es el vencedor; por ello, Fojaco mandó a llamar de urgencia a su estratega de comunicación social.
—¿Qué hacemos? —le preguntó a su asesor, el licenciado Malagón.
—Hagamos la prueba del polígrafo.
—¿Y esa cuál es?, licenciado Malagón —se rascó la cabeza y miró fijamente al estratega.
—Con eso vas a poner nerviosos a tus adversarios. Con ello, darás un golpe en el tablero, moverás las fichas y te desharás de ese candidato que te canta canciones de José María Napoleón y que tanto detestamos.
—Dígame más, licenciado Malagón, dígame más, —se mostró entusiasmado Fojaco.
—La prueba del polígrafo, ni en la George Washington University la tienen. Para que me entiendas.
—¿Tanto así?
—Obama la usó y vea los resultados, mi lic.
—La del polígrafo… bueno, bueno y ¿qué hay que hacer?
—Es como la prueba del añejo —respondió nervioso su consultor político.
—Hombre, haberme dicho desde antes, jamás había pensado en tan brillante idea.
Fojaco abrió un cajón de su escritorio. Sacó unas copas coñaqueras, sirvió un ron añejo de Bacardí y se pusieron a beber toda la tarde hasta perderse el asco.
El problema es descubrir qué encuestadoras son verdaderamente serias. ¿Cuáles no incurren en el acto del “cuchareo”? Mandar a hacer retos del polígrafo como lo hiciera un conocido senador y el licenciado Fojaco, para descubrir si es que alguno de sus adversarios ha mentido y alterado los resultados sólo es muestra de desesperación.
Porque si en verdad superan las preferencias electorales, si es verdad que es el favorito, qué tiene que responder a sus adversarios y retarlos públicamente: “aquí están mis venas para que me lean”. Lo que estamos viendo es un sinónimo de un mal asesor de comunicación, un pésimo jefe de prensa, y que la agenda se la ganaron al licenciado Fojaco porque es innecesario decir eso.
¿Acaso están nerviosos?
Dice el dicho que quien va arriba no golpea, no ataca, mantiene su victoria.
Quien pierde tiene que hacer circo, maroma y teatro para cambiar la percepción.
Por ello no fue bien vista la prueba del polígrafo, sin querer ya le dio la razón a su oponente, sea que dijera o no la verdad.
Pero que nadie se altere, esto sólo pasa en el mundo del licenciado Fojaco, en Puebla no ocurren esas “brillantes ideas” y fenómenos.