Como un debate estéril y ocioso resultó la controversia, que duró una semana, sobre las postulaciones de Liliana Ortiz y Susana Riestra a sendas diputaciones federal y local por la vía plurinominal, luego de que el misógino precandidato de Movimiento Ciudadano al gobierno del estado, Fernando Morales, fue el primer en realizar ataques machistas en contra de las panistas.
El abanderado de MC, quien carece de calidad moral no solo para hablar de la “vieja política” de donde él es un referente por su impresentable pasado priista y por ser un remiendo de político colgado de la imagen de su papá Melquiades Morales, sino, también para criticar el “nepotismo” de Acción Nacional, cuando en su partido ésta es una práctica frecuente.
“El Parri” Morales con qué cara puede criticar que Ortiz Pérez o Riestra Piña sean postuladas por la vía de la representación proporcional a la Cámara de Diputados o al Congreso del Estado, cuando Movimiento Ciudadano le entregó a Mariana Rodríguez, esposa de Samuel García, gobernador de Nuevo León, es la candidatura a la alcaldía de Monterrey.
¿Acaso Morales Martínez ya olvidó que como presidente del PRI fue señalado, entre otras muchas cosas, por lo que hoy critica: entregar candidaturas a familiares, amigo y cercanos?
Insisto, las críticas en contra de Lili Ortiz y de Susana Riestra, por el simple hecho de ser la esposa de Eduardo Rivera, precandidato al gobierno del estado; y hermana de Mario Riestra, abanderado del PAN en la capital, no solo son infundados, también resultan innecesarias, pues son dardos que lejos de impactar a la dupla de la alianza “Mejor Rumbo para Puebla”, demeritan a sus emisarios.
Cierto es que el PAN sí ha cometido acciones reprobables en el pasado reciente y en el presente en cuanto a la repartición de cargos y designación de candidaturas. En la última dirigencia estatal antes de la gestión de Augusta Díaz de Rivera, el Comité Directivo se caracterizó por privilegiar las relaciones personales por encima de la rentabilidad electoral, pero en ese entonces poco se criticó por parte de los que se inmolan en la bandera de la ética y la pulcritud.
A través de una lista de difusión de whatsapp, este fin de semana, circuló la reunión que sostuvieron María Fernanda de la Barreda con el delegado del CEN panista en Puebla, José Luis Hernández Mejía, para supuestamente apuntalar la postulación de la hija de Paola Angón como candidata a la alcaldía de San Pedro Cholula.
Los opositores del PAN hicieron mutis sobre este encuentro y excluyeron de su discurso a la familia De la Barreda Angón de manera sospechosa.
Y es que, la hipocresía es la práctica común en estos tiempos electorales, en los que la lucha por el poder se antepone a cualquier sensatez y lógica.
Ningún partido ni líder político está exento de lo que hoy se le critica al PAN, a Liliana Ortiz o a Susana Riestra.
En Morena, por citar solo tres ejemplos, Ignacio Mier impuso a sus hijos, Daniela Mier y Nacho Mier Jr., como diputada local plurinominal y como candidato a alcalde de Tecamachalco, en el 2021; Carlos Evangelista, aprovechándose de su cargo como delegado del CEN morenista en Puebla e integrante de la dirigencia nacional, se agandalló una curul por la vía de la representación proporcional al Congreso del estado y una más en San Lázaro para su esposa Julieta Vencés; mientras que la familia Rivera Vivanco busca cargos ‘pluris’ y de mayoría relativa para todos su integrantes y hasta para sus familiares políticos.
El Partido Verde Ecologista en el estado se ha convertido en una franquicia de la familia Natale, pues la dirigencia estatal ha pasado de las manos de Juan Carlos Natale, quien además es diputado federal plurinominal, a las de Jimmy Natale, además de que Marco Antonio Natale, es legislador en la Cámara baja.
En el Partido del Trabajo esta situación no es ajena, pues uno de sus “principales” exponentes, el diputado José Antonio López, logró su candidatura en el 2021 por el simple hecho de ser cuñado de Ardelio Vargas, a quien le debe su triunfo en el Distrito 20 local.
Ni que decir del PRI, partido que sirve para los intereses personales de Néstor Camarillo, quien ha entregado cargos, por las dos vías, a amigos, familiares y parientes lejanos sin importar los años de trabajo y esfuerzo de otros militantes que sí han sudado la playera del tricolor.
En el PRD, la familia Martínez Amador es dueña de las ruinas y las pocas posiciones que aún les pertenecen a los escombros en los que está convertido el partido del Sol Azteca.
Insisto, las críticas a Liliana Ortiz y a Susana Riestra son huecas y ociosas.
Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro.
Un clásico.
Y lo que falta por escuchar y leer una vez que inicien las campañas.