Por Ignacio Juárez Galindo/ [email protected] / @ignacio_angel
La estrepitosa derrota del PRI nacional el pasado 5 de junio generó dos versiones encontradas sobre las causas que la generaron.
Por un lado, medios de comunicación, analistas políticos e incluso periódicos internacionales sostienen que el descalabro priista es producto de la corrupción, impunidad, el declive de la figura presidencial y una larga lista de problemas que enfrenta el país.
Bajo esta visión, el PRI no tiene ninguna posibilidad de conservar el poder después del 2018 y está casi cantado que la sociedad hará lo que sea para impedir su enquistamiento en Los Pinos.
Otros, sobre todo los priistas y miembros de diferentes partidos políticos, aseguran que la caída priista es producto de una estrategia deliberada por el grupo peñanietista a fin de forzar a una reconfiguración que les permita fortalecerlos con miras al 2018 y no perder el poder.
En esta lógica, por ejemplo, se asegura que ganar sólo cinco de nueve gubernaturas tuvo como objetivo que el peligroso Manlio Fabio Beltrones, dirigente nacional y único contrapeso de los peñanietistas al interior del tricolor, cargara con la derrota y lo descartara de manera natural de la carrera presidencial.
Manlio Fabio, sabedor de que las cosas no funcionaron, se montó en el discurso de una necesaria revisión de lo que ocurrió a fin de despresurizar la carga que cayó sobre sus hombros y que lo dejaron con el gran perdedor del 2016 y como un cádaver político presidencial.
“El PRI asume con responsabilidad el mensaje de la ciudadanía al partido y a sus gobiernos. Hay cosas que reflexionar y cambiar”, fue lo que alcanzó a publicar en uno de sus tuits a manera de defensa.
Sin embargo, la conclusión a la que ha llegado el grupo en el poder en Los Pinos es totalmente diferente. Para ellos, la verdadera disputa en el 2018 será contra Andrés Manuel López Obrador y el partido Movimiento Regeneración Nacional, de ahí la necesidad de tejer todas las alianzas necesarias para enfrentar la amenaza.
Así pues, en la elección en 12 entidades del país de este año, el grupo peñanietista optó por fortalecer a uno de sus principales aliados, el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, al otorgarle margen de maniobra en tres entidades: Puebla, Quintana Roo y Tamaulipas.
El objetivo sería que el mandatario poblano sea la avanzada al interior del PAN que frene la loca carrera de Margarita Zavala Gómez del Campo, esposa del expresidente Felipe Calderón Hinojosa, o por lo menos influya de manera decisiva en el destino panista con miras al 2018.
Moreno Valle no un aliado cualquiera: en los hechos demostró que es el mejor operador político-electoral del PAN en el país, cuenta con una bancanda en San Lázaro de unos 30 diputados de todos los partidos políticos y como presidente de la Comisión de Asuntos Políticos de dicho instituto a nivel nacional tiene una amplia capacidad de interlocución con toda la estructura panista.
Aunque a priori varios descartan al mandatario poblano como candidato presidencial, lo que no se puede negar es que es un activo importante y que sobre él recayó la operación en diferentes estados del país para ungir a Ricardo Anaya Cortés en la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
Obvio, Moreno Valle no es el único aliado nacional. En cada estado existe un grupo dispuesto a sumarse a la cruzada contra López Obrador.
La estrategia de reconfiguración priista no es ajena incluso para la oposición. En una entrevista con Joaquín López Dóriga, Margarita Zavala reconoció que el PRI será sometido a una reestructuración interna para estar listo para la batalla presidencial.
Sea uno u otro escenario, el priismo nacional se encuentra sorteando una de las etapas más difíciles de su existencia, pero todo indica que la falta de cohesión y las pugnas internas terminaran por minarlo.
En Puebla, por ejemplo, los diferentes grupos locales se alistan para protagonizar una batalla por el control del partido y así perfilar todo con miras al 2018.
La lógica es una: quien controle el partido será el encargado de repartir el pastel de las candidaturas que para dentro de dos años serán: gubernatura, senadurías, diputaciones federales y locales, así como alcaldías y regidurías.
Sin embargo, lo que también saben es que la coyuntura política local estará regida por el escenario nacional. Los priistas tienen muy claro a estas alturas que una cosa es buscar una posición en la entidad y otra muy diferente si se cuenta con el respaldo nacional.
Si no, pregúntele usted a Blanca Alcalá Ruiz.
