La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Tony Gali se estaba bañando aquel martes 7 de junio cuando Dinorah, su esposa, entró presurosa al baño y le gritó:

—¡Tony, Tony, te habla el presidente!

—¿Qué presidente? —preguntó, quizás pensando en algún alcalde de la Mixteca o de la Sierra Norte.

—¡El presidente Peña Nieto! —volvió a gritar la futura primera dama.

Como pudo, Gali Fayad salió del baño y tomó el celular con el cabello escurriendo.

—¿Bueno? —dijo agitado.

—Licenciado Gali: le paso al presidente Enrique Peña Nieto —dijo una voz femenina.

En segundos, el huésped de Los Pinos estaba al teléfono.

El motivo de la llamada no podía ser otro: la felicitación presidencial por el “rotundo y contundente triunfo del pasado domingo” —así lo dijo Peña Nieto.

El ahora gobernador electo enmudeció, pero se sobrepuso.

Y dialogó con la adrenalina al alza.

Escribo esta columna antes de que venza el tiempo para que el PRI poblano pueda impugnar la elección.

Versiones del priismo aseguran que dicha impugnación es casi un hecho.

De hacerlo, el PRI poblano seguirá en esa espiral del ridículo en la que se ha metido desde hace dos meses.

¿A quién se le ocurre impugnar cuando el presidente de México ya reconoció un triunfo “rotundo y contundente”?

¿De qué se trata esta película?

La impugnación, de darse, no cambiará las cosas en Puebla.

Y a lo más que aspirará será a presionar para negociar en la mesa Aguascalientes o Veracruz.

En otras palabras: a la humillación de la derrota sobrevendría la humillación de la negociación, pero para otro estado del país.

Blanca Alcalá, mientras tanto, mira caer su prestigio como quien ve desde lejos la montaña rusa.

Y algo es claro: no hay nadie ya que se apiade de ella.

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