Las historias que se retratan en el cine o que se dan a conocer a través de diferentes canales sobre la cultura tarahumara, versan en la sorprendente habilidad de sus habitantes para correr. Sin embargo, todas las producciones dejan de lado la parte más precaria de su realidad, lo cual, asegura Gerardo Dorantes, quiso proyectar en su película Correr para Vivir.
“Esta historia llegó a mi cabeza por un reportaje que vi sobre dos corredores de la comunidad Tarahumara, que en su momento fueron los más representativos y también de los primeros en salir a competir al extranjero. A partir de ahí se habla bastante de eso porque se empezaron a fijar en ellos para las competencias, pero pareciera que es lo único trascendente que ocurre en su comunidad.
“Se habla de esta parte que es lo bonito, pero nadie habla de las complicaciones que viven, como el que cada que hay una helada se queman sus cultivos y pasan hambrunas terribles.
Hay otras realidades que les acechan y yo quise hablar de la parte del crimen organizado”, contó el cineasta en entrevista con este medio.
Correr para Vivir narra la historia de dos hermanos pertenecientes a esta comunidad indígena, quienes compiten entre sí y ponen a prueba su habilidad para correr constantemente.
Pero mientras uno busca dedicarse al deporte de manera profesional, el otro utiliza su talento para el crimen organizado, pues lo que pretende es alcanzar una mejor vida de manera prematura, resultado de sus malas decisiones.
“A mí me pareció una paradoja muy representativa de lo que pasa en el país, el cómo la gran habilidad casi sobrehumana que tiene esta comunidad, como resultado de su cultura, su geografía y todo el contexto que los envuelve, es aprovechada por el crimen organizado para que muevan sus drogas a través de la complicada geografía y que llegue de forma más segura a la frontera con Estados Unidos. Es una historia de cómo esa gran virtud se pudo convertir en una gran penitencia”, afirmó Dorantes.
Si bien, el drama vivido en la cinta es una ficción, en cuanto a sus personajes y la secuencia de los sucesos, esto es una realidad por la que atraviesan varios pobladores tarahumaras. “Está documentado que esa es una manera de mover droga por parte de los carteles, de hecho, a estas personas les llaman burreros y cuando filmamos la película en Chihuahua, dentro de la comunidad te das cuenta de la influencia del crimen organizado, se ve la ambivalencia del orden y el caos.
De hecho, la producción pudo ver a un burrero; un muchacho de unos 16 años que estaba escondido en una zona en el desierto, cercana a la frontera, después una pick up los rebasó y vieron al adolescente dentro del vehículo.
“Nadie nos cuenta esta realidad. La vimos con nuestros propios ojos”, compartió el director.
La cinta pretende desromantizar la visión que se tiene de los tarahumaras, pues asegura Dorantes, quiere poner a sus actores en un plano más humano.
“No se trata de llegar y tomarles fotos como si fueran atracciones, ni llegar a filas así como así, porque son un pueblo un tanto retraído. Hay que llegar con respeto a través de gente que los conoce y a la que ya le tienen confianza”, finalizó.
Según el cineasta Gerardo Dorantes, los tarahumaras son personas reales, que tienen vicios, ambiciones, problemas, sueños. Es gente normal, no son un destino turístico como a veces los gobiernos les hacen ver.
Correr para Vivir se estrenará en las salas Cinépolis del país este 25 de abril.
Por Alan Hernández